viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad!


Bien bien, que se nos esta acabando el 2010 y hemos logrado pasar esta navidad juntos. Realmente agradesco a todos aquellos que visitan mi Blog y mas aun a los que me han agregado para seguir.
Cuando cree este Blog realmente no lo hice con mucho entusiamo y durante un largo periodo me pregunte ¿Que rayos voy a hacer con el? Siendo los libros mi primera opción se me ocurrio hacer reseñas pero francamente ni soy tan rapida leyendo ni soy buena "calificando" un libro por que en general, libro que leo es por que me interesa, si no...tiendo a dejarlo a medias n.n'
Pero bien, que aunque este no es nuestro primer año, si uno bueno. Espero que a todos les vaya mejor el siguiente año pero que sigan visitando mi Blog.
Por ahora...solo pasensela bien esta navidad como quieran. Como yo, que siempre que mi tía me pide que la acompañe a la iglesia le digo: No por que soy Atea...se lo juro por Dios jejeje
¡Oh! y como yo, no pierdan Fé que si este año no se pudo, al siguiente si conoceran a su Vampiro, Elfo, Brujo, Guerrero, Dios o lo que mas se le antoje para que las (os) ame para el resto de la eternidad (En lo personal yo esperaba a Acheron, pero resulta que ya se me caso T.T)

¡Feliz Navidad!



jueves, 16 de diciembre de 2010

Inevitable



No Pudo Evitarlo. No Quiso Evitarlo.


Camino hacia la ventana con pasos lentos, contados y lentamente corrio la cortina color melon, ahi, como siempre, estaba el. Con su sonrisa compartida a otros, con su empatia desbordandose. Pareciendo humano, pareciendo alcanzable. Conciente de todos los que estaban ahi, de todos menos de quien le observaba

-Y lo peor-mumuro en el silencio-Es que mientras yo no formo parte de tu preciosa pintura, tu eres toda mi obra de arte sin desearlo. Sin quererlo, sin valorarlo...-

Desgracia de la que ama en silencio, deseando cosas que jamás seran alcanzadas...solo observadas.


A.M. Veindeck 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Esto es Hallowen

-¡Diana, no seas mas una pesada!-grito mi amiga Layla mientras entraba a mi cuarto y sacudía mi cama, saltando sobre ella y al mismo tiempo, tratando de quitarme la sabana. Gruñí entre molesta y sorprendida
-¿He?... ¿Quién te dejo entrar?- ella sonrió y no pude evitar sonreírle. Era inevitable, ella tenía esa clase de sonrisa que la gente estaba obligada a responder

-Tu madre, iba de salida y dijo que estabas en el cuarto que viniera a tratar de sacarte de la cama-

-Son las nueve de la mañana por dios-dije, mirando el reloj de manecilla con forma de bota al lado de mi cama

-Es muy tarde, floja-

-Es sábado-

-Anda, no seas perezosa. Levanta- trato otra vez de jalar la sabana y yo me esforcé por retenerla, se escucho un leve desgarro y las dos nos detuvimos mientras veíamos un extremo de mi sabana donde la fuerza había roto un pedazo.
La mire molesta mientras ella se encogía de hombros y se limita ha decir:

-¡Huy!- soltó una risita traviesa y yo suspire, dejando de luchar y permitiendo que me quitara la sabana

-Bien, dime que quieres- ella sonrió abiertamente al tiempo que se tendía a mi lado y me pasaba el brazo por mi cintura

-Quiero…- susurro, de forma cómplice y un tanto seductora, que me hizo sonreír- Que te levantes de la cama, desayunes y te arregles…para ir a comprar un disfraz e ir a una fiesta esta noche- la mire, nuestros rostros estaban tan cerca que lo único que podía ver bien era su rostro

-¿Disfraz? ¿Fiesta?-

-Hallowen, ya sabes…-gruñí mientras intentaba estirarme entre su abrazo

-Si lo se…pero, no sabía que habría una fiesta-

-En un club nocturno lo habrá, incluso un concurso ¿Vamos? Trate de invitar a alguien pero nadie mas quiere ir conmigo-

-¿Y me tomaste como ultima opción? Me halagas… ¿Por qué crees que yo si iré?- ella sonrío y se apretujo mas contra mi, pasando una pierna sobre las mías

-Por que me quieres, somos amigas y nunca me dirás que no. Por eso ni me moleste en decirte antes, se que tu iras. Fijo-

-Tendría que haberle avisado a mi madre desde hace horas-

-Vamos, ya estas mayorcita. Tienes 18 ¿Por qué necesitas permiso?-gruñí mientras me estiraba nuevamente

-Soy mayor y todo lo que quieras. Pero aun vivo en la casa de mi madre así que necesito al menos tener la consideración de pedir permiso y desde que aun soy económicamente dependiente por que solo me dedico a estudiar-

-Te dije que buscaras un trabajo-
-Lo busco- dije molesta- Pero aun no encuentro nada ¿cree que me gusta estar pidiendo dinero a mi madre?-

-Consíguete un novio rico…-

-Sería tan fácil- espete, mirándola. Para ella, desde luego podría ser fácil. Era el tipo de chica que si bien no era hermosa, tenía ese imán para los hombres que hacía que todos orbitaran a su alrededor. Yo, para mi suerte, había nacido careciendo de el.

-Bueno, es fácil. Solo dale de copas a uno, lo llevas a tu cama, te embarazas y ¡Presto!...tenemos un marido rico-

-Sobre todo por que puedo quedar embarazada una sola vez, sobre todo por que el va a ser responsable enseguida-sentencie y la empuje, ella rodó y quedo boca arriba, con la mano sobre el estomago-Anda ya, que yo no quiero una vida fácil por algo estoy estudiando y tu también…- le dije mientras me levantaba de mi cama

-Bueno, si. Pero vamos que siempre esta el plan B ¿no se supone que ayer ibas a limpiar tu cuarto?- pregunto, mire alrededor de mi cuarto.

Era grande y bien iluminado, algunos pósters de mi pre-adolescencia que habían sobrevivido a los años. El mismo color blanco con flores azules de mi niñez y la alfombra beige donde había regada ropa, libros y zapatos.
Lo mas llamativo era mi cama, pegada en una esquina, y no por que fuera grande si no por que era lo único de un color opaco –de un café lodo con hojas verdes- que entre tanta luminosidad parecía un rincón oscuro.

Mi computadora en la esquina opuesta de mi cama, estaba sobre el mueble de madera comprimida, tan decorada como un árbol navideño.

Un muñeco de papel echo a mano, muñecos, clips de colores y algunos papeles y cosas de la escuela. Todo daba como resultado un gran desorden que como Layla había dicho, debía haber limpiado

-Llegue cansada de natación y lo ultimo que me apetecía era limpiar- ella rió

-Recuerdo que antes eras más ordenada-

-Antes tenía más tiempo por las mañanas y menos tareas por las tardes-

-La universidad vuelve a uno desordenado-canto mientras mecía sus pies al borde de mi cama, haciendo bailar sus zapatillas deportivas en un ritmo que solo sonaba en su mente.

-Un poco…- tome las cosas de los cajones de mi ropa para ir al baño que estaba en el pasillo. La escuche levantarse y seguirme.

No me moleste en cerrar la puerta y comencé a desvestirme mientras ella se sentaba en el retrete con la tapa abajo y me observaba

-¿Te has retocado el cabello?- me pregunto y yo negué con la cabeza-Sabes, he estado pensando en ponerme unas extensiones pero de colores…unas de color blanco se me verían geniales-

-Parecerían canas, creo ¿Dónde esta mi peine?-

-A tu izquierda, lo estoy viendo- solté un “Ah…” que interpreto como un gracias

-No creo que parezcan canas, las que vi tienen brillo-

-Tendría que verlas-la observe por el espejo y ella me miraba directamente a los ojos. Aun cuando nos conocíamos desde niñas y estábamos acostumbradas a vernos desnudas era obvio que siempre habría esa clase de respeto y por eso ella intentaba ignorar mi desnudez; Asintió de manera decisiva, como si hubiéramos cerrado un trato. Entre a la regadera y cerré la mampara mientras abría la llave y dejaba correr el agua fría sin esperar que se calentara.

Me bañe y me vestí en su presencia mientras ella se sentaba obedientemente en el borde de mi cama y cruzaba las piernas para reiniciar el ritmo mental.

-¿Desayunaste antes de venir?-

-Solo me dio tiempo de comer una barrita. Mi madre se despertó con ese humor, como siempre-

-Vamos a comer algo, entonces….- dije, conociendo a lo que se refería. Cuando la madre de Layla despertaba después de una noche de fiesta era como un ogro o algo así. Nadie se escapaba de su mal humor, ni yo.

Sentadas en el comedor y devorando Choco Krispis ella me estaba contando como había tenido que arrastrar a su madre por la entrada por que había quedado inconciente frente a la casa

-No se por que decidí quedarme aún…-dijo, sirviéndose otro poco mas de cereal- Ya soy mayor e independiente. Es mi momento y lo gasto cuidándola-

-Es tu madre-suspiro y me miro

-Bueno, si. Lo se y la quiero pero… no quiero estar a su edad y pensar que gaste mi vida y no le saque jugo-

-Vas a fiestas, sales a pasear, has tenido novios y has viajado ¿en que podrías gastarlo?- ella recargo su cabeza sobre su mano y me miro, pensativa

-No lo se…no tengo idea. Solo que... siento que no le saco jugo a todo por que luego estoy pensando que ella necesita algo o no se…-

-No toma muy seguido…-puso los ojos en blanco

-Pero cuando no es la botella es otra cosa. Siempre es algo…- suspiro-No me entiendo, no la entiendo…-

-Lo harás…- le dije con una sonrisa por que era lo mejor que podía decir. Ella me sonrió y empezó a comer cereal. Por el pasillo que daba a los cuartos se escucharon unas pisadas, entonces una figura en pantalones de dormir y sin camisa se asomo, rascándose la cabeza

-Buenos días…-dije sonriente y enseguida mi sonrisa fue correspondida por una mas brillante y única

-Buenos días, nita- mi hermano miro hacía mi amiga y sonrió igualmente- Buenos días, Ly-

-Hola, Alexander…-dijo Layla con un sonrojo mientras observaba con admiración a mi hermano que se dirigía a la cocina. Sonreí para mis adentros con una clase de orgullo tonto, aun cuando mi amiga conocía a mi hermano desde el mismo tiempo que me conocía, era inevitable que quedara deslumbrada.

Alexander era alto, de hombros anchos y piel bronceada. Su cuerpo bien marcado producto del parkour que practicaba y sus clases de box eran una tentación inevitable. Sin mencionar su rostro que era extremadamente hermoso, cabello rubio y ojos grises; con nariz perfilada y mentón fuerte al igual que los pómulos altos, lo hacía inevitablemente algo que provocaba que toda hormona femenina enloqueciera por el.

El se agacho dentro del refrigerador dejando ver su gran trasero y Layla no pudo evitar suspirar mientas observaba

-¿Y mamá?-pregunto al tiempo que se alzaba con jugo de naranja

-Toma un vaso. No se, iba de salida cuando le abrió a Layla-

-Ah…-ignoro mi recomendación y bebió directamente del envase, mirándome de reojo con unos ojos traviesos ante mi ceño fruncido.- ¿Y que va a hacer hoy el dúo invencible?-

-Ly quiere llevarme a comprar un disfraz por que quiere ir a una fiesta de disfraces hoy-

-¿Quieres ir?-pregunto mi amiga, comiendo otra vez de su cereal. Mi hermano la observo y luego a mi, se sentó con nosotras en la mesa y sin pedir permiso tomo mi plato y comenzó a comer, yo me limite a fruncir los labios

-Claro ¿Por qué no?-

-Tendrás que disfrazarte- dijo mi amiga, el hizo una mueca

-Oh vamos…seré solo la escolta- ella negó con la cabeza, sonriente

-Entonces pasa desapercibido- me miro, pidiendo ayuda y yo me encogí de hombros, el gruño

-¿De que me puedo disfrazar?-

-No se…ven con nosotras y busquemos algo- Layla encantaba de que el nos acompañara, podía colgarse de su brazo y disfrutar de la envidia de las otras chicas que querían estar en su lugar. El se rasco la cabeza y me devolvió mi plato, sirviéndome un poco más.



-¡Ni loco me pondré eso!- grito mi hermano, mirando un traje de monje loco, me reí por lo bajo mientras me lo imaginaba, por una vez, siendo el feo en lugar del guapo

-¡150 pavos por eso!-grito Layla desde un lado de la tienda llena de trajes, vestidos, accesorio y cosas escalofriantes y escandalosas-¡Están locos! Si es solo un pedazo de tela cocida ¡Yo podría hacerlo en mi casa y gastando solo 20 pavos!- me acerque a ella viendo el traje de griega que ella observaba, sentí las manos de mi hermano posarse en mis caderas y su cabeza descansar sobre mi hombro, su respiración hizo cosquillas en mi cuello

-No creo que puedas, Ly-le dijo, ella lo miro furiosa

-¡Claro que podría! Y no tendría que pagar 150 pavos…-

-¿Recuerdas nuestro ultimo intento de ser costureras?- ella hizo una mueca al recordar como habíamos terminado rompiendo la maquina de coser de mi madre y tenido que pagar el reparador después de recibir la regañina de mi madre. Todo para comprar también el vestido para la obra en que salía.

Sonreí y ella se rió.

-Si me quedo en silencio en la casa, aun puedo escuchar los gritos de nuestra madre- dijo Alex, acercándose a olfatear mi cuello y apretándome mas fuerte contra su cuerpo

-Vale, pero si voy a gastar quiero algo que valga la pena como…-miro alrededor-Como eso…- señalo un traje de El sombrerero loco en versión mujer

-Me gusta…-

-¿Ustedes ya escogieron?- pregunto, acercándose al traje y evaluándolo

-Seré una bruja…Alex aun no decide- mi hermano ya se había separado de mi y estaba observando unos trajes de angelita y diablesa con aire lujurioso

-Que vaya como guardian romano, se vería sexy- ella lo miro con el mismo aire lujurioso

-¿Qué les parece este?- grito mi hermano mientras señalaba un punto. Cuando nos acercamos a ver, no pudimos evitar mirar del traje a el, con gesto de sorpresa.

-Es perfecto…-susurro Layla

-Oh, dios…



Para la noche, los tres estábamos en la sala admirando nuestros trajes mientras mi madre nos tomaba fotos y se reía de nuestras payasadas.

Layla había sujetado su cabello castaño bajo la peluca anaranjada y pintado su fino rostro de blanco para parecer mas al Sombrero que interpreto Johnny Deep, dejando esas manchas naranjas alrededor de sus ojos azules y pintando sus cejas y pestañas. Su traje era escotado, aunque un gran moño estaba alrededor de su cuello y en lugar de pantalón traía una falda abultada y unas medias blancas estaban sujetas por una de esas cosa que hasta donde yo sabía, solo usaban las secretarias o las esposas cuando se querían poner románticas. Llevaba unos zapatos rojos muy al estilo de María Antonieta.

Yo mas convencional me había puesto un traje negro, escotado y que caía al suelo con el mismo corte que el de Morticia Adams, aunque en lugar de caer completo caía en diagonal, dejando expuesta mi pierna izquierda. Unos botines y unas medias rayadas con negro y rojo hasta arriba del muslo. Además el vestido tenía un corssete rojo y adornado con calaveras, murciélagos y arañas. Aunque Layla había insistido en que comprara la peluca negra había decidido dejar mi cabello pelirrojo suelto, rizándolo y colocando brillos y algunas arañitas y murciélagos esparcidos; mi maquillaje gótico le daba realismo y mis ojos, de un azul-grisáceaso estaban resaltados por el negro y mi gran sombrero era el toque final.

-Insisto, Alex, debiste dejarme pintarte…-

-Cariño, te tendrás que conformar con lo que soy, no me voy a poner pintura oscura solo para aparentar ser una persona, Ly- le dijo mi hermano.

Sin embargo el estaba para infartar con su traje estilo Blade, las gafas negras y los supuestos sables a la espalda. No había accedido a cortarse el cabello ni a pintárselo de negro, en su lugar se lo había atado en una pequeña coleta en la nuca, aunque algunos mechones le salían al frente.

-No se como planeas ver en la noche con esas gafas- le dije divertida, el me sonrío permitiendo que se vieran los colmillos falsos que se había puesto y se veían casi reales

-Tu serás mi lazarillo, nita- dijo, usando ese diminutivo de “hermanita” que había usado toda su vida- Vigilaras que tu buen hermano mayor no haga vergüenzas golpeándose contra la pared o callando en agujeros-

-Hasta crees-dije, acercándome a la puerta-Nos vemos, Ma- grite por sobre mi hombro

-¡Diviértanse y regresen temprano!-

-Y no beban mucho y no acepten bebidas de extraño y no…- dijo mi hermano por lo bajo, conociendo el sermón de mi madre, el cual nunca dejaba aunque el tuviera ya 22 años y yo 18.

-Te digo hermano que es tiempo de que te vayas a vivir a tu propio espacio-

-De ninguna manera le dejare mi habitación para que sea de “invitados”- me respondió, sonriéndome

-Si te vas, me voy contigo, al menos- el se rió, pasándome el brazo por los hombros y haciendo lo mismo con Layla

-Bueno, señoritas…a causar algunos sustos-



-Esto es estupendo- dije, sentada en una banca mientras agachaba la cabeza para evitar que las piernas de mi hermano, que usaba la misma banca como obstáculo a saltar, no me pegara

-¡Yo que iba a saber!- grito Layla por enésima vez a modo de disculpa, bufe en su dirección mientras veía a mi hermano correr hacia la otra banca y luego hacer una voltereta. Su gabardina negra, parte de su disfraz, estaba en mis piernas y el olor de su colonia llenaba todo mi sentido del olfato

-Tu eres la que nos invito, pudiste averiguar que teníamos que hacer reservación para poder entrar a la fiesta. Ahora por eso, estoy disfrazada y a ningún lugar a donde ir sin mencionar que demasiado avergonzada para volver a mi casa una hora después de haber salido- suspire y mire como mi hermano saltaba un buzón y se quedaba sobre el, antes de tirarse al piso con otra vuelta. Sus brazos, bien marcados, estaban brillosos ante las farolas por el sudor de estar practicando el parkour

-Yo también estoy en la misma situación que tu-dijo con un puchero y sentándose a mi lado para mirar el espectáculo que hacía mi hermano. Después de dar unos brincos y volteretas mas, se giro a nosotros con una sonrisa y se acerco trotando

-¿Y ahora que haremos, lindas?-

-Regresar a casa, supongo- murmure y me deje caer sobre el respaldo

-¡Ni loca me disfrace para nada!-

-Opino como Ly, nita. No hice el ridículo para volver a casa con la cola entre las patas-

-¿Qué sugieren, entonces?- pregunte malhumorada, mi hermano se sentó a mi lado y me paso el brazo por los hombros. El calor de su cuerpo a causa del ejercicio ahuyento el frío de la noche

-Dar vueltas a pedir dulces-dijo, yo lo mire escéptica

-¿Cómo niños? Ni loca…-

-Oh, vamos Di…no seas pesada-se quejo Layla-Pedir dulces, dar una vuelta...lo que sea pero me niego a volver tan pronto-

-Además, chance y encontremos una fiesta donde si seamos admitidos- ambos me miraron, esperando mi respuesta. Gruñí por lo bajo

-Como sea, pero me niego a estar de buen humor a partir de ahora- ambos pusieron los ojos en blanco ante un gesto típico de mi.

Recorrer las calles, sosteniendo la gabardina negra de mi hermano mientras este usaba cada obstáculo que podía para practicar y con Layla cantando a mi lado “Queremos Halloween” mientras daba pequeños saltitos era en verdad tedioso.

Estaba a un pie de parar un taxi y volver a casa con ellos o sin ellos. Hacía frío y la tela de mi vestido no era abrigadora, me comenzaba a dar hambre y estaba harta de que la gente me viera y señalara mientras reía y los otros que llevaban disfrazan fingieran gruñirme o algo por el estilo.

-Hey, lindos trajes- me gire a la calle donde un Suv desde donde se asomaba dos tipos con paletas en la boca y vestidos de negro con pintura blanca y negra en el rostro. No eran los únicos, estaba el conductor y dos chicas mas dentro del carro.

-Gracias, los suyos no se ven mal-respondió Layla, sonriendo; sentí a mi hermano acercarse y colocar una mano sobre mi espalda

-¿A dónde van?- pregunto la chica, tratando de ver a través de uno de los chicos que se asomaba por la ventana; note como miraba a mi hermano y no pude evitar sentirme algo posesiva al tiempo que intentaba ocultarlo.

-Aquí y aya. Donde sea que haya diversión-contesto mi hermano haciéndome a un lado delicadamente.

Los chicos se miraron entre si y sonrieron en nuestra dirección.

-Vengan con nosotros, entonces- mi hermano y Layla me miraron interrogantes, como si yo tuviera la última palabra. Suspire y mire a los chicos. No se podía decir mucho de sus facciones, aparte de que tenían los ojos de color o el cabello, solo eso y nada mas. Las chicas ambas eran rubias y bajo la pintura parecían gemelas. Talvez incluso lo eran. Los chicos, dos eran castaños y uno pelirrojo.

Todos me miraban a mi y no pude evitar sonrojarme y sentirme como la madre a la que le piden permiso para salir a jugar

-¿A dónde, exactamente?- el chico pelirrojo se encogió de hombros

-Planeamos ir a una fiesta que se hará en el cementerio-

-Wuow…-murmuro Layla a la vez, con tono emocionado. Mire hacia ella y fruncí el ceño, ella me correspondió con una mirada suplicante. Suspire.

-Esta bien… ¿Por qué no?- mientras nos subíamos, mi hermano de alguna forma consiguió subirme a sus piernas y rodearme con su brazo y posando el otro alrededor de los hombros de Layla

-¿Paleta?-me dice una de las rubias, metiéndose una en la boca y ofreciéndome otra- Por cierto, mi nombre es Selene, ella es mi hermana Aradia-señala con el mentón a la chica que esta ofreciéndole otra paleta a Layla que la toma sin rechistar

-Gracias. Yo soy Diana, ella es Layla y mi hermano, Alex-

-Hermano…-susurra la chica, con un brillo en los ojos que me pone nerviosa pero lo oculta rápido tras una sonrisa-Diana, que lindo nombre…como la diosa Romana- susurro embelesada, parpadee mientras abría mi paleta

-¿Diosa?- metí la paleta en la boca y tuve un cosquilleo, dentro empezaron a tronar pequeñas burbujas en mi lengua. Mire sorprendida a la chica, hace mucho que no probaba de estas paletas y me encantaban. Solo por eso ya me caía bien.

-Arthemisa-dice, divertida a mi el nombre solo me recuerda a la serie de los caballeros del zodiaco- La diosa griega de la caza y la fertilidad, su versión romana es Diana…-mira hacia Layla, ignorando mi encogimiento de hombros- Pero mas interesante es una nacida de noche-mira a Alex- Y un protector de la humanidad…- cómicamente los tres la miramos parpadeando y saber que decir, mi hermano me quita la paleta y la chupa

-Selene deja tus misticismos- dice el conductor con voz osca- se supone que venimos a divertirnos-

-El es Claude- susurra la aludida, ignorando al chico. Parece que es su especialidad- Es el amargado del grupo. El-señala al pelirrojo- Es su hermano Gregory-

-¿Cómo Gregory House?-pregunta divertida mi amiga, mordiendo la paleta que hace fervencia de manera ruidosa. El aludido gruñe

-Solo Greg, por dios…-

-El ultimo chico que queda se llama Romeo-como el esta sentado en el lado de copiloto se limita a alzar una mano mientras suelta un leve “hey”-¡Listo! ¡Ahora todos conocen a todos y seremos buenos amigos!- ignoro su comentario mientras le quito la paleta a mi hermano y la muerdo, llevándome un buen pedazo, en seguida empieza a burbujear mi lengua. Mi hermano tome el pedazo restante y se lo lleva a la boca para morderlo.

-¿Y por que van al cementerio?-pregunta Layla mientras muerde su paleta-¿No es algo escalofriante?-

-¡Esa es la idea, Layla!-grita Selene- Sentir escalofríos por la piel, creer que a la vuelta de la esquina esta tu fin, percibir a los espíritus que te rodean y otorgarles regalos para que te bendigan con sus dones-

-Selene…-murmura Aradia, observándonos-No empieces…-

-¿Por qué no?-le pregunta la otra, mohína

-¿Sacrificios?-interviene mi hermano con tono de burla-Oh, vamos, no me digas que eres supersticiosa…- mientras el lo dice trago el dulce de mi paleta y comienzo a sentir por alguna extraña razón la lengua adormilada y la garganta cerrada. Frunzo el ceño

-No, no lo soy- ríe la chica- Pero ustedes debieron ser un poco mas paranoicos…-miro hacia la chica y luego hacia Alex y Layla, ambos cono gestos extraños me miran a mi. Pero entonces los parpados me empiezan a arder de una manera tan potente que creo tener fuego por dentro. La garganta se a cerrado por completo y no puedo respirar ni hablar. El cuerpo me tiemble y el estomago parece querer jugar a las batidoras. A lo último que reacciono es al hecho de que mi hermano me aprieta contra su cuerpo, antes de perderme en la oscuridad.

Los factores que me hacen volver en si, es el dolor de hombros que siento por tener los brazos tras mi espalda; el aroma de la tierra y el calor de un fuego. Parpadeo desde mi posición y veo todo negro con un tinte anaranjado. Gruño, intentando levantarme pero no lo consigo.

-Quédate quieta, Nita-susurra una voz en mi oído

-¿Alexander? ¿Qué…?-siento una presión en una de mis muñecas mientras mi hermano sisea. Giro mi cabeza de nuevo hacia la luz anaranjada y me quedo de piedra cuando veo a cinco figuras alrededor de una hoguera, con togas hasta el suelo y capuchas que cubren su rostro. Me arrastro en la tierra sin importarme las piedritas y ramas que se pegan a mi cuerpo, tras de mi siento el cuerpo sólido de mi hermano.

-¿Y Layla?-

-No lo se- murmura tan cerca de mi oído que me causa escalofrío.- Desde que desperté no he podido tener un gran panorama y no responde a mi llamado

-¡Ah, La diosa y el protector han despertado!-grita una voz que conozco y me giro para ver a Selene acercarse a nosotros al tiempo que baja la capucha y una sonrisa perversa se funde en sus labios- Perfecto, empezaremos con ustedes-

-Que rayos…-empieza mi hermano; uno de los hombres, Romeo, lo levanta si parsimonia y el se interrumpe gruñendo. El tal Greg me alza a mi y Selene se coloca frente a mi, con Aradia un paso tras de ella y observándome.

-Noche de sacrificio, hermosa. Noche de poder.- se gira levemente y señala al cielo, miro hacia ese punto y jadeo, sorprendida. La luna llena tiene un tinte rojo que la hace parecer escarlata, pero no es eso lo que llama mi atención, Si no que en medio del cielo, de manera imposible, cuelga mi amiga inconciente- Y tu, hermana, harás lo que desde hace mucho has deseado y lo ofrecerás a los dioses, antes de darles tu sangre a los oscuros- se ríe, al tiempo que acaricia mi rostro, yo trato de quitármela y eso la hace reír mas.

Se quita, dándole paso a Aradia quien trae un cuchillo en la mano, retrocedo asustada lo que hace sonreír a la mujer que me toma por el hombro, enterrándome las uñas y sin previo aviso corta mi vestido y mi ropa interior con el cuchillo. Jadeo, sorprendida y unas risas masculinas se escuchan a mi alrededor

-El hermano esta respondiendo-dice uno, no se cual. Selene nos esta dando la espalda mientras observa a Layla. Pero aun así responde

-Es obvio, la marca de la pasión encerrada los aplasta con su hedor- se gira hacia nosotros- Y como noche de pecado, le daremos eso a los espíritus. El pecado de los hermanos-sonríe hacia nosotros, suelto un grito de dolor y miro la palma que Aradia sostiene, ni siquiera he notado cuando ella deshizo el nudo, ella sonríe hacia mi y toma sangre de la herida que me ha hecho. Se acerca a mi y besa mi hombro izquierdo, antes de ir hacia donde esta mi hermano. Giro hacia el y me sorprendo al verlo desnudo y evitando mi mirada, unas gotas de sangre caen de su mano y Romeo se acerca a Aradia, con los labios manchados de sangre. Para mi sorpresa ellos se quitan la capa y quedan desnudos. El esta excitado y mira por sobre el hombro de Aradia, directamente a mi, antes de agacharse y besarla.

Toda mi columna es atravesada por escalofrío y la vista se pierde un poco. Mi corazón se acelera y mi centro igual

“Tomalo…” dice una voz dentro de mi “Tomalo, hazlo tuyo. Es tuyo, tu sangre, tu deseo…tu hambre”

Parpadeo y agito la cabeza, tratando de aclarar la mente. Escucho a alguien rugir y antes de darme cuenta algo choca contra mi y me tumba al suelo duro, sacando el aire de mis pulmones con el impacto; al abrir los ojos me sorprendo encontrando a mi hermano, con expresión fiera sobre mi

-¿Alex?- “¡Tómalo!” asustada veo como el me obliga a abrir las piernas y se acerca a mis labios, mas aun cuando siento mi cuerpo erizarse y un gemido se escapa de mi boca.

El se separa de mi y me mira con una mezcla de horror, vergüenza y deseo.

-Diana…-susurra y su cuerpo se balancea hacia el mío. Una risa en mi oído, me provoca un escalofrío

-Se han deseado desde jóvenes, queridos-dice Selene, sin que ninguno pueda verla, ambos entregados a la mirada y caricia que nos estamos dando mientras mi mente grita: ¡Es Alex! ¡Es tu hermano!- Has estado orgullosa de sus conquistas y a su lado en sus desamores, has sentido posesión por el y te has alegrado con tu lugar especial y su cercanía. Con su amor por ti, pero dentro, muy dentro…siempre has querido mas. Lo has querido absolutamente para ti…-

-No…-susurró, y el comienza a besar mi clavícula

-Si, preciosa. Déjate llevar por la verdad- siento como sus labios, fríos, tocan mi mejilla y me estremezco ¿Cómo termine así? ¿Por qué rayos acepte salir? ¿Por qué rayos no me negué a ir con ese grupo de desconocidos?

Las lagrimas se funden en mis ojos y miro hacia mi hermano, que me mira horrorizado y con lagrimas en sus ojos. Alzo mi mano y la pongo sobre su mejilla, el cierra los ojos y suspira. Selene gruñe a nuestro lado

-¡Romeo! ¡Aradia! Pongan mas empeño que se están resistiendo- otra descarga de placer recorre mi cuerpo y sin poder evitarlo, rodeo con mis piernas el cuerpo de mi hermano y lo acerco hacia mi.

A lo lejos me parece escuchar que alguien chasquea la lengua.

-¿Pero que tenemos aquí? Un grupo de brujos principiantes jugando con lo que no deben…-

-¡Ladrones de sangre!-grito alguien, creo que Greg.

Entonces el caos se desato.

Escuche gritos, gruñidos y maldiciones. La tierra voló por sobre nosotros y mi hermano, me abrazaba fuertemente mientras me cubría con su cuerpo para protegerme.

-Alex, Layla…- el me apretó, temblando y asintió pero no podía moverse. Después de un tiempo interminable, el silencio nos rodeo y lentamente mi hermano se alzo, cuando pude mirar a mi alrededor lo primero que encontré fue el dorso de Greg, extendiendo su mano hacia nosotros y con los ojos desorbitados y sin vida. Trague bilis.

Alexander se levanto lentamente, mientras miraba alrededor y me abrazaba. Mis ojos volaron hacia arriba, donde había visto el cuerpo de mi amiga.

-Ella esta bien-dijo Claude a nuestro lado, mi hermano y yo nos apartamos. Nos sonrío. Note que sus ojos eran de un color dorado-Tranquilos, están a salvo… a diferencia de mi-

-Tienes razón en eso, brujo-susurro una voz entre las sombras. Nos giramos y note como aparecía una forma delante de la hoguera. Era alto y desgarbado, mas musculoso que mi hermano pero se movía como un puma. Su cabello era negro y sus ojos de igual color y con la hoguera alumbrando sus facciones parecía demacrado pero perfecto. Claude tembló a nuestro lado

-Yo solicite ayuda a ustedes- murmuro y es cuando noto que el ser delante de mi no esta solo. Tras el hay otros seres, criaturas extrañas y humanos que tienen algo que los hace peligrosos.

-No diste precio…-Claude parpadeo y miro hacia mi

-Ella es el precio, si le parece- el ser de ojos negros me observa y mi hermano aprieta su agarre contra mi.

-¿Piensas darme a la victima que rescate, como precio?- chasquea la lengua- Eso me haría un mal héroe ¿no crees?-

-Mi sangre no le sirve y la otra chica no es pura-dice, señalando a Layla- Ella si es pura…- el ser aspira y sus fosas nasales se agrandan

-Por poco, su propio hermano casi la toma-

-Pero sirve…- El ser se cruza de brazos y me observa, luego a mi hermano, a Claude y por ultimo a Layla

-Su hermano no parece querer soltarla-

-Señor, tiene… afecto…por ella- el ser asiente y me mira. Sus ojos penetran en mi de forma que de pronto me siento atrapada. Deseosa. Alza una mano y lentamente sus dedos se contraen contra la palma para luego extenderse. Repite el proceso una, dos veces

-Ven a mi, Dama pura-y me sin darme cuenta me encuentro soltándome de mi hermano y caminando hacia el

-Di…-trata de agarrarme Alexander pero me suelto, noto por el rabillo de mi ojo como Claude lo agarra-¡Diana!-

Cuando estoy tan cerca de el, toma mi rostro, siento un escalofrío por su piel fría en comparación con la mía que comienza a arder por su toque.

-¿Te llamas Diana?-asiento, embelesada por su rostro de pómulos altos y mentón fuerte. Su nariz recta, aristocrática-Diana… ¿comprendes que acabo de salvarte a ti, tu hermano y tu amiga?-vuelvo a asentir-¿Sabes que en mi mundo eso tiene un precio?-

-¿Cuál…?- murmuro, sin pensar

-¿Me lo darás?-antes de darme cuanta me aprieto contra el

-Si…-

-¿Aunque eso te aleje de tu hermano?- contengo un escalofrío y giro a verlo. Me mira asustado y murmura mi nombre

-Lo quiero…-

-Lo se…-

-No lo quiero lejos de mi…-

-Debes pagar…-miro sus ojos y luego sobre su hombro. Criaturas tan grotesca y seductoras que hasta donde yo sabía solo estaban en cuentos y leyendas ¿Por qué no me asusto? Miro al ser delante de mi

-Pagare…-

-¡Diana!- entonces el ser me rodea con sus brazos y parecen cortar los hilos que me unen a la realidad, su cuerpo de repente parece caliente al tiempo que inclina mi cuello y muerde. La palabra vampiro aparece en mi mente y parece tan normal como si acabara de decir que es un hombre.

Y dentro de mi, se que no es vida lo que le estoy dando. No moriré. Seré algo mas…seré como el, no hay duda dentro de mi ni consternación ni miedo. ¿Cuándo la ilógica se volvió mi lógica?

Para cuando despierte. Un nuevo mundo se abrirá ante mi.

Entonces Layla y Alexander caen como sombras ante esto, plantándome lógica. Haciendo que decida, cometer una locura.

Autora: A.M. Veindeck

Regalo de mi para ustedes en estas festividades. Espero les guste, dejen comentario. Los derechos del escrito estan reservados a este blog, si les gustase y quisieran ponerlo en su pagina o Blog, primero deben consultarmelo.
Ya les había puesto otro escrito llamada Living Hell, de Agatha Rozenkreutz, aunque ella me dio su autorizacion para colgarlo, aplica la misma idea. Si desean ponerlo en su pagina o blog, deben consultamerlo a mi primero.
Espero comprendan. n.n y les guste esto.

sábado, 30 de octubre de 2010

Living Hell de Agatha (Cuento para Halloween)

Historia escrita por Agatha Rozenkroitz

Por lo general, la noche de brujas era un acontecimiento que no pasaba de lo común para mí. Nunca me había gustado el tumulto de gente -tenía algo de agorafobia-, y honestamente, pedir dulces de casa en casa no me parecía una actividad muy amena. Lo único agradable era que ese día, no desentonaba, esos días todos creían que estaba disfrazada a pesar de que era como comúnmente me vestía.


Pero esta vez, se salía de lo normal. Había accedido a ir a una fiesta, y quería que el mundo me tragara. ¿Cómo había accedido? No lo sabía, mi amiga Sue hizo su magia y ¡puff! Invitada a la fiesta de disfraces de una chica que ni siquiera conocía. Más que todo, quería que se abriera una grieta en el suelo y me tragara.

-No es el fin del mundo Agatha- comentó Sue mientras rebuscaba dentro de la bolsa de papel en busca de las papas. Las encontró y se metió una en la boca- sólo una fiesta.

-¡¿No es el fin del mundo?!- gemí- es un cataclismo, es…- hundí mi cara entre mis brazos, mientras mi voz se fue apagando- … horrible.

Soltó una estruendosa carcajada.

-Sera genial- sonrió tontamente- ¡tú y yo! Al fin saldrás de la casa.

Fui incapaz de reírme de su chiste.

-Dedícate a tragarte tu comida basura- gruñí señalando la hamburguesa.

No quitó su sonrisa tonta y masculló algo como: no sabe lo que es vivir. Suspiré pesadamente y me recliné en el asiento, mis ojos vagaron hacia la caja, donde había un gran letrero sobre el descuento especial de noche de brujas, dos por el precio de uno. Todo el lugar apestaba a comida frita y a carne de extraña procedencia. Cogí con curiosidad el peculiar juguete que había venido con la hamburguesa de Sue, era algún tipo de figurilla que hacía una gracia si presionabas un botón, hecho de plástico de colores brillantes. No entendía la peculiar afición de Sue por comprar esa absurda hamburguesa sólo por el muñequito.

-Yo me voy a disfrazar de hada- comentó animada- mamá ya consiguió las alas.

Me estremecí, no le había mencionado nada a mi mamá, y estaba segura como los infiernos que ella me haría poner un disfraz con alitas…

-Bien por ti- mascullé.

Rodó los ojos.

-No entiendo de que va tu actitud, ¿Qué eres tú? ¿La que odia todas las festividades?

Entorné los ojos.

-Creo que lo soy- mascullé.

Me puse de pie y salí a zancadas de allí.

En casa me sentí mejor, me desplomé en el sofá. Tenía que pensar en… lo que usaría en la fiesta. Y, sorpresa, sorpresa: se me ocurrió la genial idea de decirle a mamá.

-¿Qué te parece?- preguntó mi madre.

Sonreí, que suertuda había sido; tenía ante mis ojos un hermosísimo vestido del siglo XVIII. Bueno, no era propiamente de la época, pero era una hermosa replica. De un color purpura, hecho con un tejido ligero con una hermosa caída.

-Es de una obra de teatro, pero creo que no lo usarán, y es justo de tu talla.

Sólo pude sonreír, ahora agradecía al cielo que mi madre diseñara vestuario para obras de teatro, le quedaban tan bien. Y el vestido era de mi época predilecta. Me medí el vestido, y descubrí que me quedaba muy bien, el miriñaque era muy incómodo, pero me callé al ver lo encantador que se veía el vestido. Tenía un escote pronunciado, pero se veía hermoso; todo el vestido era de ensueño.

-Gracias mamá- dije- es realmente hermoso.

Ella sonrió.

-espero que te diviertas mucho en tu fiesta.

Mi sonrisa se deshizo un poco, la fiesta, un hermoso vestido para ir a una estúpida fiesta.

Y todo paso rápido, cuando caí en cuenta, había llegado la hora.

No sabía que hacer con mis manos, jugueteaba con mis pulgares nerviosamente mientras esperaba que viniera Sue a recogerme. Me estaba acobardando, iba a ser la primera vez que iba a una fiesta (si, no suelo tener vida social), estaba totalmente perdida y no sabía que esperar. Pero por lo menos iba a encarar al monstruo luciendo bien. Esperen, ¿Eso era un alivio?

Cuando empecé a arrepentirme, llegó Sue; ya había cavado mi propia tumba. Ella se había vestido de presidiaria con una un vestido corto y ceñido ¿Dónde habían quedado sus alas de hada?

Arqueó las cejas al verme.

-creo que no debo quejarme de que parezcas puritana, así que vámonos antes de que se acaben los chico lindos- me guiñó un ojo.

La perspectiva me hizo estremecer, ¿yo hablando con un chico?, ¿lindo? Probablemente lo arruinaría diciendo algo estúpido. Sería idiota pensar que podría conocer a alguien… No, era mejor no pensarlo mucho.

De camino a la fiesta, pedimos dulces. Me pareció bastante agradable porque un par de personas alabaron mi vestido, y pensé en lo orgullosa que se habría de sentir mi mamá. Traté de mantener mi mente vacía para no ponerme nerviosa, y era difícil mantener una conversación coherente; pero eso no era problema para Sue, ella bien podía mantener por horas una conversación de una sola persona. Bastaba con asentir con la cabeza de vez en cuando, y ella era feliz.

Se empezaba a escuchar la música que fluía de una casa, y se percibía el aire vibrar. La casa estaba decorada con telarañas y calabazas con velas por dentro. Sue empezó a sonreír tontamente y yo sólo tragué saliva.



No era tan malo después de todo si descontamos que: yo era la única mujer con un miriñaque, que parecían sorprendidos de verme ahí, que había mucho ruido, que hacia un calor sofocante, que olía a licor… Bueno, está bien; no estaba resultando como yo deseaba. No podía soportar estar allí metida, pero parecía que a Sue le agradaba, ya había hablado con todo el mundo. Había intentado hacerlo mismo, pero fallé estrepitosamente.

¿A quien estaba engañando? No pertenecía a ese lugar. Le hice señas a Sue, indicándole que iba a tomar algo de aire fresco; ella no me puso mucha atención, pero igual me fui de allí. Subí al segundo piso, porque había notado un encantador balcón que daba a la fachada posterior de la casa. Esquivé al montón de gente que estorbaba en el Hall, pero a medida que subía, me di cuenta que no había más gente, que había dejado el bullicio del primer piso. Miré a mí alrededor, era la casa de una amiga de Sue; muy bonita aunque estaba algo desordenada. Sin sentirme cohibida, miré todas las habitaciones; estaban vacías. Probablemente sus padres se habían ido. En la habitación principal, encontré lo que buscaba. Tras una puerta corrediza estaba el balcón; la abrí de inmediato y una dulce corriente de aire frío me dio de lleno en la cara. Reí de pura felicidad, y corrí hacia el antepecho; pero toda mi felicidad se deshizo… había alguien allí.

Traté de hacerme la loca, e ignorar a mi acompañante. Mantuve la vista al frente e ignoré mi vista periférica.

-Buenas noches.

Ladeé la cabeza de inmediato, y vi a la persona que estaba a mi lado.

Me topé con una sonrisa franca en un hermoso rostro. Entorné los ojos, era absurdo, pero era como si hubiera algo luminoso en esa persona; tan deslumbrante por su belleza que tenías que acostumbrarte primero antes de poder ver con claridad. Después de unos segundos que me parecieron eternos pude contemplarlo con más fijeza. Le devolví la sonrisa.

-Lo mismo digo- susurré.

La sonrisa del extraño se hizo más amplia. Hubo un hermoso destello en sus ojos grises.

Desvié la mirada rápidamente para no quedarme mirándolo como una boba, era el hombre más guapo que hubiera visto jamás. No te hagas ilusiones, es inalcanzable para ti. Hubo un gran silencio, estuve tentada a darme vuelta y entrar de nuevo a la casa, pero algo me decía que no me fuera de allí.

-¿Conoces a la anfitriona?- su voz grave y sedosa rompió el silencio que nos rodeaba.

-Más o menos- mascullé, peleando conmigo misma para no voltearme a verlo-. Es amiga de una amiga.

-No parece agradarte estar aquí ¿o me equivoco?

Me giré a verlo, maravillada por su aspecto. Su pelo era como rubio platinado, parecía que estaba hecho de la misma sustancia que componía los rayos de luna. Tenía el ceño ligeramente fruncido.

-No- murmuré- sólo pensé que…

Bien, estaba bien ¿Qué le importaba a él eso, si ni siquiera sabía como se llamaba?

-Friedrich- terció- soy Friedrich, es un placer conocerte…

-Agatha- dije de inmediato.

Sonrió brevemente.

-¿y tú que haces aquí?- me atreví a preguntar. No parecía disfrazado, y tampoco parecía un chico común. Vestía de negro, pero un traje de aspecto fino; no llevaba corbata y tenía la camisa ligeramente abierta…

Simplemente se encogió de hombros.

-No me invitaron, sólo que me atraen las fiestas. Es fácil colarse.

Mi sonrisa se deshizo un poco, después de todo no éramos parecidos, para nada.

-¿No se supone que es una fiesta de disfraces, y tu vas de…?

Endureció el gesto, como si no le agradara la pregunta.

Se limitó a retraer los labios enseñando un par de colmillos largos y filosos. No me perturbó lo reales que se veían, lo que de verdad me impresionó fue… que se veía muy, muy, muy bien con ellos; encajaba perfecto en el perfil de un vampiro, tenía un aspecto salvaje y seductor, ahora que lo pensaba.

-¿y tú que?- espetó con un ligero tinte de rudeza- ¿una dama del siglo XVIII?

Fruncí el ceño.

-vaya, todos abajo pensaron que iba de princesa. Me agrada saber que por lo menos alguien si es culto.

Mi cumplido no pereció aflojar su expresión huraña, sólo pareció acentuar la arruga entre sus cejas. Ladeó un poco la cabeza y fijó la mirada en otro lado.

El silencio se deslizó entre nosotros, y yo no supe que hacer. Observé a lo lejos los niños que todavía estaban afuera, lanzando huevos a los carros que pasaban.

-Y bien Friedrich- mascullé, él me volteó a mirar de inmediato; con una sombra de sonrisa en su rostro- ¿vives cerca?

-Creo que si- dijo algo distraído-. Pero planeo irme por un tiempo.

- ¿De verdad?- me sorprendió el dolor implícito en mi voz.

Él me sonrió tiernamente. Miró con cierta melancolía la luna.

-Debo hacer algo, realmente importante.

El tono en que lo dijo, decía: no me preguntes al respecto.

-Se que no debería preguntarte esto pero… ¿Cuántos años tienes Agatha?

Hubo algo en su expresión que lo hacía ver desolado.

-diecisiete- mascullé.

Su gesto se endureció un poco, entrecerró los ojos y volvió a mirar la luna.

-¿Cuántos años tienes tú? – dije de vuelta, para evitar caer en otro silencio.

-veintiuno- dijo sin mirarme, en un extraño tono.

Bien, bien; era mayor que yo, probablemente pensaría que sólo soy una niñita. Una parte de mí se preguntó si importaba… ¿importar? Si apenas lo conocía, ¡que diablos importaba!

-¿Te molesta?- comentó él, sacándome de mis ensoñaciones.

-para nada- dije de inmediato, tomé un caramelo de mi calabaza; se lo tendí-. ¿Quieres?

Friedrich ladeó la cabeza, entornó los ojos y examinó con mirada clínica el dulce que le tendía.

-No planeo envenenarte- le dije, al notar como recelaba.

Soltó una carcajada, la luz de la luna dio de lleno en sus colmillos.

Fruncí los labios y volví a guardar el dulce en la calabaza, sintiéndome estúpida.

-Lo lamento- dije con sarcasmo- se me olvidaba que los vampiros no comen dulce.

Él se pasó la mano por el cabello (se vio como si lo hiciera en cámara lenta, ¡que sexy se veía!), al parecer apenado ¡y con razón debía estarlo! Traté de poner mi cara más lastimera pera hacerlo sentir mal por reírse de mí.

-Vale, dame tu caramelo- su mano nívea se deslizó dentro de mi calabaza llena de dulces, atrapó un dulce con los dedos índice y pulgar. Lo lanzó al aire y luego lo atrapó en su mano, continuó haciendo eso varias veces, lanzando el dulce cada vez más alto para luego atraparlo ágilmente en la palma de su mano.

Un brillo extraño salía de sus ojos que estaban fijos en el dulce, luego sentí un escalofrío bajar por mi espalda cuando su mirada se quedó fija en mí. Seguía lanzando al aire el dulce, al tiempo que me miraba con gesto insondable. La tensión me apretó la garganta, era como si me avisara que debía gritar, que debía pedir ayuda. Carraspeé un poco para deshacerme de esa sensación, sonreí estúpidamente por los nervios.

-No entiendo para que viniste a la fiesta si te vas a quedar ahí parada toda la noche- comentó como quien no quiere la cosa- es estúpido.

Estuve tentada a decirle: ¿y a ti que diablos te importa? Pero me tragué el comentario, me limité a mirar a la calle.

-Yo me voy de aquí- si dijo eso para captar mi atención (aunque lo dudo), surtió efecto, porque de inmediato clavé la mirada en su rostro condenadamente apuesto- conozco un lugar por ahí, aunque no me importaría ir acompañado.

¿Qué era eso? ¿Una invitación?

-Que bien- dije con sorna- seguro que cualquiera de esas chicas que están abajo les agradaría acompañarte.

-¿Quién dijo que yo me refería a las de abajo?- inquirió él, me estaba desnudando con la mirada, luego como para rematar el efecto, se relamió los labios.

-Bien pues -mi voz tembló un poco- la anfitriona debe estar por aquí, puedes decirle a ella.

Un extraño sonido salió de su garganta, era parecido a un ronroneo. Entornó los ojos, me sonrió de manera tentadora.

-Lástima – murmuró mientras se acercaba, estuvo tan cerca de mí que pude sentir su olor; olía a lo que huelen las rosas marchitas, sólo que tenía un toque a colonia de hombre que no pude descifrar- a ella tampoco la quiero llevar.

Tragué saliva. Mi cerebro quería decirme algo crucial, pero no supe que; Friedrich estaba muy cerca de mí, y la manera en que me miraba me hacía sentir cohibida. Pero me fui relajando, la tensión y los nervios se fueron deshaciendo, y me entraron ganas de quitarme la ropa.

Desnuda, si, luego podrías bailar para mí, dejar que te lleve a la habitación…

¡Quitarme la ropa! ¡Por Dios, no!

Sacudí la cabeza ante mis veleidosos pensamientos.

Friedrich ya no estaba sonriendo, ahora tenía el ceño fruncido. Quien sabe cuanto tiempo estuvimos ahí mirándonos.

-Vamos pues- le dije sintiéndome abochornada, ya no quería seguir pretendiendo que no quería ir con él.

Él seguía inmóvil, con el ceño fruncido; tenía aspecto de estar insatisfecho. Se enderezó y todo rastro de descontento se borró de su rostro, me ofreció su brazo y una hermosa sonrisa.

Tal vez caminamos mucho, aunque la verdad no supe. Estaba maravillada por la forma en que hablaba Friedrich, era un excelente conversador. Al parecer, también se sentía mal en esa fiesta porque al irnos de allí todo empezó a ir como la seda. Tenía un extraño sentido del humor, y no hablaba mucho de si mismo, pero al menos no parecía ser un imbécil. Sabía mucho de historia, y me explicó porqué le resultaba tan interesante el siglo XVIII, elogió mi vestido, diciendo que era una copia exacta de lo que se veía por esas épocas.

Nos detuvimos de repente, miré a mí alrededor pero no reconocí el lugar donde estábamos. Había un montón de jóvenes haciendo fila, todos vestidos de negro y con múltiples perforaciones. Era, era…

¡Un bar gótico!

Sonreí, mientras caminaba al lado de Friedrich. Siempre había querido ir a un bar así, pero a mi madre le aterraba la idea y yo no tenía a nadie con quien ir. Para mi sorpresa, no fuimos hasta la cola de la fila, Friedrich me condujo a la puerta.

-Deben hacer la fila- dijo un tipo con la cabeza afeitada, Friedrich lo sobrepasaba en altura por uno o dos centímetros.

-No me parece que haga esperar a mi bella acompañante- dijo Friedrich con voz baja y autoritaria- además ya he venido por aquí usted me recuerda.

-Si, señor Friedrich- dijo el señor calvo- puede pasar.

Jamás pensé que me sentiría así, iba de la mano con el hombre más hermoso del mundo y todos los ojos estaban fijos en nosotros. El bar olía a incienso, un grupo tocaba en la tarima un cover de Bauhaus, todos vestidos con cuero y otra extraña tela negra de aspecto brillante. En la pista de baile había pocas personas, bailando al ritmo de la música. Para cualquier otra persona, la música sonaría machacona y molesta, pero a mí, al igual que todos en el bar, me parecía agradable.

Friedrich me condujo a un reservado, el tapizado de los muebles era de vinilo negro brillante, crujió un poco cuando me senté. Miré maravillada el centro de mesa, unas velas negras con telarañas.

-Te traeré algo de beber- su voz sonó oscura y seductora. Quise decirle que no bebía licor, que era menor de edad pero mis palabras murieron antes de poder pronunciarlas.

Mantuve la vista fija en él, mientras se encaminaba al mesón del bar. Varias mujeres con escotes pronunciados y faldas ridículamente cortas se le acercaron.

-Hey chico peligroso- a pesar de la música y el ruido pude escuchar la voz de la mujer, tenía el cabello blanco, con mechones fucsias, negros y morados. Vestía un corsé de cuero, que le subía los senos, parecía como si en algún momento fueran a salírsele.

Friedrich, la miró, o más bien miró sus senos.

-Lo siento, pero he venido con alguien- bien, por lo menos le estaba hablando al escote de la mujer.

Él le dedicó una sonrisa –mostrando los colmillos falsos-. La mujer lo observó con evidente ansia, me sentí algo extraña al identificar esa expresión, yo misma la tenía cuando lo miraba. Friedrich prosiguió su camino hacia la barra del bar.

Me recosté en la mesa, mirando el centro de mesa, había un par de pulseras alrededor de las velas, que no había notado antes. Eran de plástico con letras en relieve rojas que decían:

Halloween ’08 forever in death.

Tomé una manilla y me la puse, no combinaba con mi atuendo, pero era bonita.

-Nunca antes te había visto por aquí.

Levanté la cabeza, y me topé con alguien. Un muchacho de aspecto angelical, tenía una camiseta rasgada negra llena de imperdibles, era muy pálido, pero al tenerlo tan cerca no pude ver el maquillaje, su piel tenía aspecto suave y lozano; era como la de Friedrich, tenía aspecto de piedra pulida. Pero no era como Friedrich, era mucho menor, parecía tener mi edad; tenía ojos verdes y cabello castaño rojizo.

-No suelo venir- admití.

-¿Te gustaría bailar?- me ofreció un mano, llevaba unos guantes negros, algo parecido a un mitón de encaje, pero las puntas habían sido rasgadas, se asomaban sus dedos y sus uñas pintadas de negro basalto. Que contraste tan chistoso, su piel mortalmente pálida y el negro de sus uñas.

-Lo siento no bailo.

Él ladeo la cabeza, me dedicó una amplia sonrisa – ¡fantástico! Otro con colmillos-.

-Si quieres puedo hacer que toquen música más adecuada para bailar- ofreció él. La cadencia de su voz se me hizo familiar, me recordaba a Friedrich.

-No es eso- me quejé- bauhaus me gusta pero… no puedo bailar, no se hacerlo.

-Pero…

-Veo que te has encontrado con mi amiga, Alexandre.

Friedrich acababa de llegar, llevaba una copa de aspecto extraño en la mano –seguramente era mi trago-. Se veía tan distinto al muchacho, eran esencialmente lo mismo, pero Alexandre –si es que ese era su nombre- tenía un aspecto más juvenil, a parte de que parecía más gótico, Friedrich tenía aspecto de hombre súper-elegante; aunque ambos tenían aspecto salvaje y seductoramente oscuro.

-No sabía que estabas por aquí, o te habría mandado una pinta gratis.

Friedrich sonrió con desprecio, mostrando su maravillosa y realista prótesis de colmillos.

-De saber que estarías aquí no habría venido.

-Que encantador- dijo el joven gótico, como si no hubiera escuchado lo que Friedrich le acababa de decir-. Espero que disfrutes de la fiesta.

Se dio la vuelta y se perdió en el mar de gente.

-Doncella de hierro- dijo Friedrich de repente, mientras ponía la copa al frente de mí.

-¿perdón?

-El trago, se llama doncella de hierro-. Aclaró él mientras se deslizaba en el reservado, el mueble de vinilo crujió cuando él se sentó.

-Bonito nombre para un trago- me burlé.

Acerqué la copa a mi nariz, un olor ligero a alcohol manaba de ella. Me resistí al impulso de probarla, Friedrich era guapo y todo, pero no estaba de más ser precavida.

-No planeo envenenarte- dijo, sonriendo.

Touché.

Torcí los labios, para esconder la sonrisa. Me llevé a la boca la copa y bebí un sorbo del líquido. El calor del licor llenó mi boca, pero era muy tenue; tenía un gusto dulce y textura cremosa, me imaginé que era algo parecido a la crema de whisky, pero nunca la había probado, así que no supe si era eso u otra cosa.

-Está rico- murmuré- gracias.

Se le iluminó el rostro con una sonrisa.

-Este lugar es más adecuado para ti- afirmó él.

Me encogí de hombros.

-Por lo menos la música es agradable- pasé mi dedo por el borde de la copa, para no quedarme mirando el atractivo rostro de mi acompañante.

-¿Tienes pareja, novio o como sea que se llame?

Levanté la mirada, impresionada por la forma en que hizo la pregunta: directa y sin rodeos. Era solo curiosidad ¿no?

-No- era incapaz de mentirle, no supe porqué.

-¿Por qué?-Inquirió, con ese mismo tono demandante.

-Supongo que no le soy atractiva a los hombres- decirlo en voz alta era más doloroso de lo que hubiera imaginado.

Soltó una carcajada, sonó forzada y dura.

-Si supieras lo que la mayoría de hombres de este lugar piensan de ti, creo que cambiarias de opinión.

Arqueé las cejas.

-Ahora lees mentes ¿eh?- sonreí un poco, estaba dispuesta a seguirle la corriente.

-Ese hombre de allá- señaló a un tipo con una cresta a unas cuatro mesas de la nuestra- espera a ver si me te dejo sola para acercarse, y no piensa en invitarte una copa –su voz se volvió extrañamente oscura- Mi queridísimo amigo Alexandre- la forma en que lo dijo, me dio a entender se odiaban- piensa en varias cosas que quiere hacer contigo en el baño.

Tragué saliva, estaba segura que ni por asomo me agradaría saber que planes tenían ese par de sujetos, miré de reojo al de la cresta, me estaba mirando parecía que trataba de ver a través de mi ropa.

Vaya, hoy todos se han vuelto locos.

-A juzgar por tu expresión, no quieres ir a jugar con ellos ¿verdad?- su voz seguía siendo dura.

-Ehhh no- clavé la mirada en mi bebida.

-¿Y que crees que estoy pensando yo?

-No se, no leo mentes- mi voz tembló un poco.

Levanté la mirada, sus ojos grises tenían una deliciosa intensidad. Me sentí extrañamente tensa, sentí un peso en el estómago y la garganta tensa. Tras varios minutos de tensión, él sonrió amablemente.

Me relajé un poco, desvié la mirada al escenario; había un pequeño receso, al parecer iba a cantar otra persona. La banda se quedó afinando los instrumentos y un nuevo vocalista tomó el micrófono, era el muchacho de hace un rato; Alexandre.

-Es una maravillosa ocasión para reunirnos, criaturas de la noche- exclamó Alexandre, de inmediato todo ruido cesó- Hoy, todos podemos identificarnos con nuestra oscuridad interior; aunque para algunos de nosotros –me dio la impresión de que miraba a Friedrich, aunque era imposible- la oscuridad esta siempre presente en nuestra eterna noche. ¡Beban y celebren! ¡Porque en una noche como esta el diablo toma forma humana y se camufla entre nosotros!

La banda empezó a tocar, todos empezaron a saltar a ritmo de la música fuerte. Era extraño, pero la melodía era dulce y melancólica a pesar del constante rasgueo de la guitarra.

Si supieras cuanto he vagado

Buscándote entre los muertos

Me quedé sumida en un trance, el lamento de Alexandre tenía un extraño efecto en todas las personas que estaban allí.

-Deberíamos irnos- Friedrich rompió el hechizo, su voz sonaba airada, y su rostro bastante congestionado por el odio.

Y a pesar de todo sigo aquí,

Persiguiendo una triste ilusión

Me puse de pie, pero no dejé de mirar a Alexandre, tenía la gracia de un felino; y su voz era muy hermosa. Quise quedarme allí, que aquella canción nunca acabara. Él sufría, una soledad inconmensurable se escondía en su canción. Deseé poder confortarlo. Tuve una hermosa visión de mí acurrucada contra él; él entonaba en voz baja una dulce canción. Yacíamos en un lecho de sabanas negras, era tan blando y cómodo. Alexandre me sonrió, sus colmillos destacaban en su sonrisa, adornando sus labios de un color coral.

Quédate esta noche conmigo,

Alivia mi dolor

-Vámonos de aquí.

La tensa petición de Friedrich rompió el hechizo, yo me había quedado inmóvil mirando al escenario, pérdida en la profundidad de los ojos verdes de Alexandre. Lo que más me asustó fue que él estaba mirándome, a pesar de estar tan lejos, me miraba fijamente. Antes de que desviara la mirada, el gesticuló: Nos veremos después, Agatha.

¿Le había dicho…?

Friedrich me sacó de aquel lugar, antes de que pudiera protestar. Afuera, me sentí más despejada, estaba lejos de ese ambiente tan deprimente y del sublime lamento de Alexandre.

-Gracias por haberme llevado a ese lugar- dije para evitar el silencio, mientras caminábamos.

Sonrió, aunque parecía más bien cansado.

-El placer fue mío, gracias a ti por no pensar que te quería secuestrar o algo así.

-No pareces del tipo criminal, me pareces un buen tipo.

-¿Ah si?- dijo sin mucho interés.

Cruzamos una calle, íbamos hacia mi casa; él me seguía de cerca pero no me había tomado de la mano. Miré anhelante su mano pálida, ansiando tocarla. Era estúpido ansiar el contacto de alguien que apenas acababa de conocer, pero el impulso era tan visceral, como si fuera crucial el contacto entre nosotros. Me encontré pensando que tacto tendría su piel, como se sentiría su mano entre las mías.

-Si, eres amable y educado- sonreí.

Él se quedó en silencio, solo se escuchaba el ruido de nuestros pasos sobre la acera. Miré al cielo, la luna estaba llena, era hermosa; parecía que estaba confabulada con todo lo que había pasado, había resultado ser una noche mágica. Que pronto iba a acabar.

-¿Te duele algo?- preguntó de repente.

Parpadeé algo sorprendida, nos habíamos detenido. Él me miraba fijamente.

-¿Por qué lo dices?- empecé a caminar de nuevo, él me siguió de inmediato.

Se encogió de hombros.

-Suspiras como si estuvieras herida.

-Eh no, no lo había notado- miré al piso, donde se suponía que estaban mis zapatos, pero se ocultaban tras el ruedo de la falda.

-Estás triste- dijo después de un rato- ¿por qué?

-No estoy triste- murmuré, él no tenía derecho a decir que estaba triste, a pesar de que tenía razón.

-Si lo estás- afirmó él.

Lo miré fijamente, él tenía una arruguita entre las cejas.

-¿Sabes que el olor de las personas cambia dependiendo a su estado de animo? Ahora mismo puedo oler tu tristeza.

-¡Es lo más ridículo que he escuchado en mi vida!- exclamé riendo de repente, sonaba como si estuviera hablando de un hecho que debía ser evidente para cualquier persona. La cara que puso me confirmó que él estaba acostumbrado a siempre tener la razón, porque parecía molesto por mi reacción.

-De todos modos no me interesa si me crees o no- gruñó- ridícula tú con tus sentidos poco desarrollados.

Arqueé las cejas, lo fulminé con la mirada; pero él no lo notó, estaba mirando el suelo.

-No me digas, para tu información tú tampoco tienes sentidos desarrollados, a menos que seas un perro o algo.

Mi voz se había levantado un par de octavas, hizo que él me prestara atención. Friedrich parecía… divertido.

-Ahora estás enojada- se rió un poco, mostrando sus colmillos- aunque no necesito olerte para darme cuenta. Y soy un vampiro, por si no lo has notado.

Su buen humor deshizo mi mal genio, sonreí burlona.

-Y yo soy del siglo XVIII- yo también podía jugar su juego.

Sacudió la cabeza, y dijo algo como: humanos. Después de nuestra pequeña discusión caminamos en silencio, estábamos a pocos metros de mi casa, podía ver las luces del pórtico encendidas. Había acabado el paseo, era hora de que mi carruaje se convirtiera en calabaza.

Nos detuvimos en el pórtico, él me miraba fijamente con la expresión inescrutable.

-Bueno, fue agradable haberte conocido- no se me ocurrió decir otra cosa para cortar ese absurdo silencio.

-Lástima que esta noche hubiera acabado tan pronto- murmuró, su voz era suave y neutra.

Levantó la mano, con deliberada lentitud tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos, se lo llevó a la cara y lo olfateó. Lo contemplé, no me paso desapercibido el estremecimiento que lo recorrió cuando inhaló profundamente.

Dijo algo en voz baja pero no le alcancé a escuchar. Colocó el mechón detrás de mi oreja, al retirar la mano rozó con su dedo índice mi mejilla. Algo extraño paso en ese momento en el que su piel tocó la mía, mi piel hormigueó bajo su dedo. Él estaba tan helado, pero mi piel subió de temperatura, como si quisiera calentarlo.

Dejó caer la mano, la escondió en el bolsillo de su pantalón. Me miró de hito en hito, realmente sorprendido.

-Eres tú- susurró en voz baja, al parecer hablaba para si- santos infiernos eres tú.

-¿Qué pasa?- pregunté al ver su expresión extraña, como si se hubiera visto un fantasma.

Sacudió la cabeza, luego me sonrió.

-Nada.

Vacilé antes de volverme hacía la puerta, pero sabía que era estúpido, él no…

-¿Agatha?

Me volví de inmediato. Contemplé su rostro, su nariz perfecta y sus labios llenos. Suspiré.

-¿Estás nerviosa?- murmuró con su voz seductora, la parte baja de mi vientre tembló-. Puedo olerlo…-los orificios de su nariz se ensancharon, al parecer olfateando- y también otra cosa –acortó la distancia entre nosotros, casi pensé que mi corazón se saldría por mi boca- ¿es algo que has sentido antes?

Intenté hablar, pero mi lengua no respondía. El ambiente se sentía extraño, como si estuviéramos en un lugar cálido en vez de los 9° centígrados de la noche promedio en mi ciudad.

-Ya veo –sonrió, anhelante.

Se acercó más y, para sorpresa mía, me besó. El impulso natural me desconcertó, en vez de apartarlo, puse mis manos en su nuca para acercarlo más. Le devolví el beso con una pasión que jamás hubiera creído posible, gemí débilmente al sentir como me respondía él. Jamás había probado algo tan maravilloso, su saliva era dulce, increíble. Profundicé el beso y deseé estar más cerca de él, pero mi pudor me pudo y me mantuve a raya. Aunque sus labios tenían un ritmo precipitado, como si él también quisiera aprovechar al máximo ese pequeño momento de intimidad. Por ese breve momento, fui muy feliz; como si todo tuviera sentido de repente.

Sentí un dolor agudo en mi labio, y un intenso sabor a sangre en la boca.

¿Qué diablos?

Todo pasó tan rápido, que no pude procesarlo; él se apartó, lamiéndose los labios untados de mi sangre.

- Te dije que era un vampiro ¡boo!

Su voz quedó flotando en el aire frío de la noche, a pesar de que él se había desvanecido en la nada. Me llevé la mano a la boca, tocando la parte que sangraba, donde quedaba la marca que él había dejado en mi piel, la única prueba de que era real.

¿O yo misma me había mordido y todo había sido simplemente una maravillosa pesadilla?

jueves, 28 de octubre de 2010

martes, 19 de octubre de 2010

Diarios de la Familia Dracula de Jeanne Kalogridis


Pacto Con El Vampiro

Sobre un montículo cubierto de hierba en los Cárpatos, un joven recién llegado de Londres se encuentra junto al panteón familiar. Lo que ve es una profanación indescriptible, un crimen contra su padre y la familia Dracul.


Un periodista inglés desaparece en un antiguo castillo; mientras, una joven aguarda el ilícito abrazo de su tío abuelo, el príncipe Vlad. En una tierra de supersticiones y fe se ha mantenido un pacto maligno durante años. Ahora el joven Arkady Tsepesh ha regresado para heredar ese pacto, para conocer las oscuras verdades que se apoderarán de su alma y de todo lo que ama...

Nota: Ya a la venta, No Disponible para Descarga




Hijoz Del Vampiro


Bajo las titilantes lámparas de gas de Viena, un hombre observa mientras su hermana, con una belleza de porcelana, toma a dos amantes a la vez para después volcar su pasión en el más prohibido acto de...

En las calles de Ámsterdam, a un joven, el amante secreto de su propia cuñada, lo meten precipitadamente en un carruaje para emprender un largo viaje hacia las tinieblas durante el cual se reunirá con su padre...

Hay una familia condenada a una vieja maldición, generaciones enfrentadas las unas a las otras, tabúes rotos, y sangre de primogénitos que se bebe de un cáliz de plata. En su fortaleza de piedra aguarda Vlad el Empalador, mientras su heredero, Arkady, les grita a sus hijos: «¡Dejad que la maldición termine conmigo!».

Nota: Ya a la Venta En Samborns, No disponible para Descarga



El Señor De Los Vampiros

Durante medio siglo, una hermosa mujer ha sido prisionera de la crueldad de un hombre. Se trata de Zsuzsanna, la otrora exquisita sobrina de Vlad Tsepesh, también conocido como Drácula. Ahora, a través de una ceremonia de sangre y pasión, Zsuzsanna está a punto de ser liberada por la caricia de una mujer, Elisabeth de Bathory, la hermosa y sensual condesa decidida a destruir a Vlad. Pero cuando Zsuzsanna viaja a Inglaterra con Elisabeth, recibirá una amarga sorpresa, pues mientras las amantes acechan a Abraham Van Helsing, Zsuzsanna descubre que Elisabeth tiene una vida secreta… un pacto con un ser más poderoso y peligroso que Drácula: el mítico Señor Oscuro.

Noviembre 2010









domingo, 17 de octubre de 2010

Sinopsis y Extracto de Lover


Sinopsis:

Payne, hermana gemela de Vishous, está cortada con las mismas oscuras y seductoras telas que su hermano. Encarcelada durante eones por su madre, la Virgen Escriba, por fin se ha liberado -sólo que para hacer frente a una lesión devastadora. El Doctor Manuel Manello es forzado por la Hermandad para salvarla, ya que sólo él puede hacerlo pero, cuando el cirujano humano y la guerrera vampiro se encuentran, sus dos mundos chocan en la cara de su pasión innegable. Con tanto en contra, ¿puede resultar el amor más fuerte que el derecho de nacimiento y la biología que los separa?

Nota: Gracias a LLL

Extracto que Aparecio en Crave:

Manny Manello no quería que nadie conduciera su Porsche. De hecho, salvo el mecánico, nadie lo había hecho.


Esta noche, sin embargo, Jane Whitcomb estaba detrás del volante porque: uno, ella era competente y podría cambiar de marcha sin moler su transmisión en un árbol; dos, Jane había mantenido que el único modo de llevarlo a donde iban era si ella estaba al mando: y tres, él aún estaba conmocionado por ver a alguien que había enterrado salir de los arbustos con un ey-cómo-estás.

Tenía muchas preguntas. Un gran cabreo, también. Y, seh, tenía la esperanza de conseguir un lugar de paz, luz y sol y toda esa mierda ñoña, pero no estaba conteniendo la respiración por eso. Lo que era un tanto irónico. ¿Cuántas veces había mirado el techo durante la noche, todo repantigado en la cama con algún Lagavulin, rezando para que su ex jefa de trauma volviera?

Manny miró su perfil. Iluminada por el resplandor del salpicadero, ella seguía siendo inteligente. Seguía siendo fuerte.

Seguía siendo su tipo de mujer.

Pero eso nunca había pasado. Además de todas las mentiras sobre su muerte, estaba el anillo de bronce gris en su mano izquierda.

—Te has casado —dijo él.

Ella no lo miró, simplemente siguió conduciendo.

—Sí, así es.

El dolor de cabeza que había brotado en el instante en que ella había salido de detrás de su tumba instantáneamente pasó de malo a espantoso, y los sombríos recuerdos que el Lago Ness tenía debajo de la superficie de su mente consciente lo tentaban y le hacían querer revelarlos.

Tuvo que cortar esa búsqueda cognitiva y echarla fuera, sin embargo, antes sufrió un aneurisma por la presión: mientras se perdía en su propia mente, tenía la sensación de que podía provocarse un daño permanente si seguía luchando.

Miró por la ventanilla del coche, los esponjosos pinos y los mullidos robles que se alzaban hacia la luna, el bosque que recorría las afueras de Caldwell crecía más grueso a medida que se dirigían al norte de la ciudad y los puentes gemelos del centro.

—Moriste aquí —dijo con gravedad—. O al menos fingiste hacerlo.

Ellos habían encontrado su Audi, entre los árboles, en un tramo de carretera no lejos de aquí, el coche se había salido del arcén. Sine mbargo, no había ningún cuerpo a causa del fuego.

Jane se aclaró la garganta.

—Siento que todo lo que tengo es un “lo siento”. Y eso apesta.

—No es una fiesta para mí tampoco.

Silencio. Más silencio. Pero él no era el único culpable si lo único que recibía a cambio era lo siento. Además, no estaba completamente en la ignorancia. Sabía que ella tenía un paciente que quería que él tratase… bueno, eso era todo, ¿no?

Finalmente, ella giró a mano derecha hacía el desvío de… ¿un camino de tierra?

—Para tú información —murmuró Manny—, este coche fue construido para pistas de carretera, no para terrenos escabrosos.

—Éste es el único camino.

A dónde, se preguntó.

—Vas a deberme algo por esto.

—Eres el único que puede salvarla.

Los ojos de Manny brillaron.

—No me dijiste que era un “ella”.

—¿Acaso importa?

—Teniendo en cuenta lo poco que sé, todo importa.

A diez metros, pasaron a través de innumerables charcos que eran tan profundos como malditos lagos y, mientras su Porsche se salpicaba, él rechinó los dientes:

—Una vez solucionado lo de esta paciente, quiero venganza por lo que le estás haciendo a mi coche.

Jane dejó escapar una risita y, por alguna razón, eso hizo que le doliese el centro del pecho –nada bueno iba a venir de la morada de su basura emocional. No era como si ellos hubiesen estado juntos-, seh, había habido atracción por su parte. Y, también, un beso. Sin embargo, eso era todo.

Y, ahora, ella era la Señora De Otro.

Unos cinco minutos más tarde, se acercaron a unas puertas que parecían haber sido construidas durante las Guerras Púnicas. La cosa estaba colgando en la perspectiva de Alicia en el País de las Maravillas, el eslabón de la cadena estaba jodido y roto en algunos lugares, la cerca que la dividía en dos tenía más de cuatro metros de alambre de púas que había visto tiempos mejores.

Sin embargo, se abrió sin problemas. Y, mientras accedían, vio la primera cámara de video.

Mientras avanzaban a paso de tortuga, una extraña niebla rodó por nada en particular, el paisaje se volvió borroso hasta que no pudo ver más allá de doce centímetros por delante de la rejilla del coche. Cristo, era como si estuvieran en un episodio de ScoobyDoo.

La siguiente puerta se encontraba en un estado un poco mejor y la que vino después era aún más nueva, y la que vino después de ésta.

La última puerta a la que llegaron era de un resplandeciente escupe-y-brilla y muy parecida a Alcatraz: la cabrona se alzaba varios metros por encima de la tierra y había advertencias de alta tensión por todas partes. ¿Y en cuanto a la pared? Esa mierda no era nada para el ganado, más parecido a velocirraptores, y qué te apostabas a que la piedra tenía un grosor de medio metro.

Manny giraba la cabeza de un lado a otro a medida que avanzaban y empezaban a descender a un túnel que podría haber tenido una señal de “Holanda” o de “Lincoln” clavada por su robustez e iluminación.

Cuanto más bajaban, más se alzaba la pregunta que le había golpeado desde que la había visto por primera vez: ¿por qué fingir su muerte? ¿por qué provocar ese tipo de caos que lo había afectado a él y a todas las personas que habían trabajado en el St. Francis? Ella nunca había sido cruel, nunca había sido mentirosa y nunca había tenido problemas financieros ni había salido corriendo.

Ahora lo sabía sin que ella se lo dijera con palabras.

El Gobierno de los EE.UU.

Este tipo de escenario, con este tipo de seguridad… ¿escondido a las afueras de una ciudad lo bastante grande, pero no tan grande como Nueva York, Los Ángeles o Chicago? Tenía que ser el gobierno. ¿Quién más podría pagar esto?

¿Y quién demonios era esa mujer que él iba a tratar?

El túnel terminó en un garaje que debía ser comunitario, con sus pilones y pequeños puntos pintados de amarillo y, sin embargo, tan grande como parecía y sólo había un par de camionetas con vidrios tintados y un pequeño autobús también con los cristales oscurecidos.

Después de que ella aparcase el Porsche, una puerta de acero se abrió y…

Una mirada al enorme tipo que salió y la cabeza de Manny explotó, el dolor detrás de los ojos fue tan intenso que se quedó inmóvil en el asiento, con los brazos cayendo a los lados y la cara contrayéndose por el dolor.

Jane le dijo algo. Una puerta fue abierta.

El aire que le golpeó olía a seco y vagamente como a tierra… pero había algo más. Colonia. Un olor a especias que estaba entre costoso y agradable, pero también sintió un curioso deseo de alejarse.

Manny se obligó a abrir los párpados. Su visión era inconstante como el infierno, pero era increíble lo que podías hacer si tenías que hacerlo, y mientras enfocaba la cara que había frente a él se encontró mirando al hijo de puta con barba de chivo que había…

En una ola de dolor, sus ojos se pusieron blancos y estuvo a punto de vomitar.

—Tienes que liberarle la memoria —oyó que decía Jane.

Hubo alguna conversación en este momento, la voz de su ex colega se mezclaba con los tonos profundos del tipo con los tatuajes en la sien.

—Está matándolo…

—Hay demasiado riesgo…

—¿Cómo diablos va a operar así?

Hubo un largo silencio. Y luego, de repente, el dolor se levantó hacia atrás como si fuera un velo y los recuerdos inundaron su mente.

El paciente de Jane. De vuelta al St. Francis. El hombre de la barba de chivo y… el corazón de seis válvulas.

Manny abrió los ojos y los clavó en esa cruel cara.

—Te conozco.

El tipo se había presentado en su oficina y había cogido los archivos de su corazón.

—Sácalo del coche —fue la única respuesta del de la perilla—. No confío en mí mismo para tocarlo.

Menuda bienvenida.

Mientras el cerebro de Manny luchaba por ponerse al día con todo, al menos sus pies y sus piernas parecían empezar a funcionar bien. Y después de que Jane lo ayudara a ponerse en vertical, la siguió a ella y al enemigo de la barba de chivo hasta una instalación que era tan anodina y limpia como cualquier hospital: los corredores estaban despejados, había luces fluorescentes con paneles en el techo y todo olía a Lysol.

Había también varias cámaras de seguridad repartidas a intervalos regulares, como si el edificio fuese un monstruo con muchos ojos.

Mientras caminaban, Manny supo que no debía hacer ninguna pregunta. Bueno, eso y que tenía esparcida la membrana, estaba bastante jodido y seguramente la deambulación era lo único que estaba en la medida de sus capacidades en este momento.

Puertas. Pasaron muchas puertas. Todas fueron cerradas y, sin duda, bloqueadas.

Finalmente, Jane se detuvo frente a un par de puertas dobles. Ella estaba nerviosa, y no le hizo sentir como si tuviera una pistola en la cabeza: en el quirófano, en innumerables líos de traumas, ella siempre había mantenido la calma. Esa había sido su marca registrada.

Esto era algo personal, pensó. De alguna manera, lo que fuera que había al otro lado era importante para ella.

—Tengo buenas instalaciones aquí —dijo ella—, pero no todo. No hay resonancia magnética. Sólo TAC. Pero el quirófano debería ser adecuado y, no sólo puedo ayudar yo, tengo una excelente enfermera.

Manny respiró profundamente, hasta el fondo. Ya fuera por sus años de formación y experiencia o porque era un hombre, se deshizo de todo el bagaje y flujo persistente de ow-ow-ow en la cabeza y la extrañeza de este descenso al pais de 007.

¿Lo primero en la lista? Echar al cabreado del gallinero.

Miró por encima del hombro al de la perilla.

—Tienes que dar marcha atrás, mi hombre. Te quiero fuera de la sala.

La respuesta de él le dio una noticia de última hora… El hijo de puta dejó al descubierto un par de colmillos terriblemente largos y gruñó, como un perro.

—Muy bien —dijo Jane, metiéndose entre ellos—. Eso está genial. Vishous esperará aquí.

¿Vishous? ¿Había oído bien?

Lo que fuese. Tenía trabajo que hacer y, tal vez, el hijo de puta podría ir a masticar cuero duro o algo así.

Manny entró en la sala de examen…

Oh… Dios mío.

Oh… Señor del cielo.

La paciente que había en la mesa estaba tan quieta como el agua y… era probablemente la cosa más hermosa que había visto nunca. El pelo era negro azabache y lo llevaba entrelazado en una gruesa trenza que colgaba del lado libre de su cabeza. La piel era de un oro marrón, como si fuera de origen italiano o hubiera estado recientemente al sol. Sus ojos… sus ojos eran como diamantes, lo que venía a decir que eran un tanto incoloros y brillantes, con nada más que un borde oscuro alrededor del iris.

—¿Manny?

La voz de Jane estaba detrás de él pero, sin embargo, sentía como si ella estuviese a kilómetros de distancia. De hecho, todo el mundo estaba en otra parte, nada existía excepto la mirada de su paciente cuando ella lo miró desde la mesa.

Finalmente ha sucedido, pensó. Toda su vida se había estado preguntando por qué nunca se había enamorado y ahora sabía la respuesta. Había estado esperando este momento, esta mujer, esta vez.

Esta mujer es mía, pensó.

—¿Es usted el sanador? —dijo ella en una voz baja que le detuvo el corazón, sus palabras magníficamente pronunciadas y, también, un poco sorprendidas.

—Sí —se sacó la chaqueta y la tiró a un rincón, le importó una mierda dónde fue a parar—. Para eso estoy aquí.

Mientras Manny se acercaba, esos impresionante ojos de hielo se inundaron con lágrimas.

—Mis piernas… siento como que van a moverse, pero no lo hacen.

El dolor fantasma. No era una sorpresa si estaba paralizada.

Manny se detuvo a su lado y miró su cuerpo, que estaba cubierto con una sábana. Era alta. Debía de medir por lo menos un metro ochenta. Y estaba construida con un poder elegante.

Era un soldado, pensó él, mirando la fuerza de sus brazos. Era una luchadora.

Dios, la pérdida de movilidad en alguien como ella le quitaba el aliento. Por otra parte, incluso si eras un teleadicto, la vida en una silla de ruedas era una perra y media.

Se acercó y le tomó la mano, y en el instante en que hizo contacto, todo su cuerpo se sacudió, como si ella fuese la toma de enchufe a su interior.

—Voy a cuidar de ti —le dijo mientras la miraba fijamente a los ojos—. Quiero que confíes en mí.

Ella tragó saliva mientras una lágrima de cristal se deslizaba hacia abajo por su sien. Por instinto, él se adelantó con la mano libre y la tomó…

El gruñido que se filtró desde la puerta rompió el hechizo que lo tenía atado y lo convirtió en una especie de presa. Y cuando miró hacía el de la barba de chivo, sintió como que le devolvía los gruñidos al hijo de puta. Lo que, por supuesto, no tenía sentido.

Sin soltar la mano a su paciente, le ladró a Jane:

—Saca a ese bastardo miserable de mi sala de operaciones. Y quiero ver los condenados escáneres. Ahora.

Incluso si lo mataban, él iba a salvar a esa mujer.

Y, mientras los ojos del perilla brillaban con puro odio, pensó, bueno, mierda, que sólo podría venir a eso…

Nota: Gracias al Blog de Daggher

jueves, 14 de octubre de 2010

Please Ignore a Vera Dietz de A.S. King


¿Esta bien odiar a un chico muerto?
¿Incluso si lo ame una vez?
¿Incluso si el era mi mejor amigo?
¿Esta bien odiarle por estar muerto?

Vera, de dieciocho años, ha gastado su vida entera en estar secretamente enamorada de su mejor amigo, Charlie Kahn. Y durante los años ella ha guardado la mayor parte de sus secretos. Incluso después de que él la engañó. Incluso después de que él arruinó todo.


Asi que cuando Charlie muere en circunstancias oscuras, Vera sabe mucho más que cualquiera— los niños en la escuela, su familia, o hasta la policía. ¿Pero aparecera y limpiará su nombre? ¿Lo quiere incluso?

Fecha de Publicacion: Octubre 12, 2010

¡Tengan Buenas Lunas!

Nota: Sinopsis traducida por el Blog

Tempus Fugit: Ladrones de Almas de Javier Ruescas



El mundo tal y como lo conocemos ya no existe. Una temible Plaga ha dejado en coma a numerosos adolescentes y la empresa Tempus Fugit se alza como la gran salvadora gracias a sus cabinas de teleporte. En esta situación las vidas de tres jóvenes se cruzarán sin motivo aparente, pero con un destino común.
Un muchacho de otra época que sólo desea regresar a su mundo, una joven sin pasado y un ladrón de futuros intentarán comprender quiénes son y cuál es su misión antes de que el amor los arrastre y su tiempo se agote.

Autor: Javier Ruescas

Cuentos de Bereth II: La Maldición de Las Musas de Javier Ruescas



Los tenebrosos designios de las Musas se manifiestan de norte a sur del Continente. La cuenta atrás ha comenzado y Duna y Adhárel luchan contrarreloj por encontrar a quien pueda acabar con la maldición a tiempo. Pero mientras ellos buscan respuestas, otros les persiguen con el objetivo de darles muerte. Y es que hay secretos ocultos en lo más profundo del bosque que jamás deberían ser revelados...

Continúan las aventuras de Duna y Adhárel por el Continente. En esta segunda entrega aparecerán nuevos e inquietantes personajes e historias que se entrelazarán con las ya conocidas. Algunos secretos serán desvelados, mientras que otros permanecerán ocultos en lo más profundo del bosque...


¡Tengan Buenas Lunas!

Cuentos de Bereth I: Encantamiento de Luna de Javier Ruescas


Una joven inconformista.


Un príncipe valeroso.

Dos reinos en guerra.

Una maldición olvidada...

Y una chispa de... electricidad.

lunes, 11 de octubre de 2010

Escena de Viajera, Diana Gabaldon (Spoilers) Para reir un poco...


—¡Hum! —dijo. Y eructó. Y desfiló entre nosotros con una sonrisa de beatitud—. Amados hijos de Dios...

Pasaron varios segundos hasta que el grupo de espectadores cayó en la cuenta de que ya había comenzado la ceremonia.
—¿Aceptas a esta mujer? —inquiró el padre Fogden, volviendo súbitamente hacia Murphy una mirada feroz.
—¡No! —protestó el cocinero, sobresaltado—. No me gustan las mujeres. Bichos sucios.
—¿No? —El padre Fogden cerró un ojo. Miró a Maitland—. ¿Aceptas tú a esta mujer?
—No, señor, yo no. Aunque sería un placer, claro —añadió rápidamente el chico—. Él, por favor. —Señalaba a Fergus, que lanzaba miradas asesinas al sacerdote.
—¿Éste? ¿Seguro? ¡Pero si le falta una mano! —observó el padre Fogden, dubitativo—. ¿A la chica no le importa?
—¡No me importa!. ¡Continuad!
—Oh, sí—dijo nervioso, dando un paso atrás—. Bueno, supongo que ése no es impet... impedi... impedimento, al fin y al cabo; si hubiera perdido la polla, digo... La tiene, ¿no? —preguntó con aire preocupado—. Si no, no puedo casaros. No se permite.
Para sofocar el incipiente alboroto, Jamie se plantó tras Fergus y Marsali y les apoyó las manos en los hombros.
—Este hombre y esta mujer —dijo señalándolos—. Casadlos, padre. Ahora mismo, por favor.
Oh, bien, bien. —El padre Fogden se tambaleó un poco—. Sí, bien, bien.

Siguió una larga pausa, durante la cual el sacerdote miró de reojo a Marsali.
—Tu nombre —dijo bruscamente—. Hace falta un nombre. No puedo casar a quien no tiene nombre, así como no puedo casar a quien no tiene poli...
—¡Marsali Jane MacKimmie Joyce! —dijo en voz bien alta.
—Sí, sí, por supuesto. Marsali. Mar-sa-li. Eso es. Bien, Mar-sa-li, ¿aceptas a este hombre, aunque le falte una mano y tal vez otras partes que no están a la vista, como legítimo esposo? Para amarlo y obedecerlo, desde ahora en adelante, con exclusión de...
En ese punto se perdió, desviando la atención hacia una de las ovejas, que se había acercado a la luz y mascaba aplicadamente una media de lana a rayas.
—¡Acepto!
El padre Fogden recuperó la atención. Tras un infructuoso intento de sofocar otro eructo, transfirió su mirada azul a Fergus.
—¿Tú también tienes nombre? ¿Y polla?
—Sí —respondió Fergus; tuvo la prudencia de no añadir detalles—. Fergus.
El cura frunció levemente el entrecejo.
—¿Fergus? Fergus, Fergus. Sí, Fergus, eso está entendido. ¿No hay más? Necesito más nombres, claro.
—Fergus —repitió el francés con la voz tensa.
Su nombre era Claudel pero Jamie le había dado el nombre de Fergus al conocerlo, veinte años atrás. Era natural que un bastardo, nacido en un burdel, no tuviera apellido que brindar a su esposa.
—Fraser —dijo una voz grave y segura.
Los novios se volvieron, sorprendidos. Jamie asintió con la cabeza, mirando al joven con una leve sonrisa.
—Fergus Claudel Fraser —pronunció con lentitud y claridad.
Fergus pareció transfigurarse.
—Fraser —confirmó al sacerdote con voz ronca. Carraspeó—. Me llamo Fergus Claudel Fraser.
Un breve codazo en las costillas, aplicado por Maitland, devolvió al cura la noción de su responsabilidad.
—¡Ah! Hum, bien. Marido y mujer. Eso es. Os declaro marido y... No, no está bien. No me has dicho si la aceptas. La chica tiene ambas manos —añadió para ayudar.
—Acepto —afirmó Fergus.