miércoles, 11 de agosto de 2010

Escena de El Abrazo de La Noche de Sherrilyn Kennyon


–Ok –dijo ella en una voz extraña, y alta. –Eso fue lindo–. Ella juntó sus manos y dio un paso hacia atrás No fue hasta que su mirada cayó en la toalla que la luz regresó a sus ojos café oscuros. –Ropa. Necesitas ropa antes de que haga algo de lo cual no me arrepentiría. Otra vez, ¿cual es tu talla, Steve?


–Talon.

–Talon. Talla. Ropa. Cubrirlo completamente.

Talon sonrió mientras la observaba tratar de enfocar su mente mientras sus ojos lo recorrían con de-seo.

A él le gustaba esta mujer. Al margen de sus peculiaridades, había algo muy refrescante y puro acer-ca de ella.

–Voy a ir a buscar ropas para Talon –ella salió, luego regresó unos pocos segundos más tarde–. Lla-ves –dijo, encaminándose a una lata rosada en el mueble de la cocina–. Necesito llaves para el auto. –Salió, sólo para regresar otra vez–. Mi cartera. Dinero para la ropa.

Talon arrastró su mano a través de su pelo mojado mientras ella salía una vez más y se preguntaba si había olvidado algo más. Ella se había olvidado...

–Los zapatos –dijo la próxima vez–. Debo tener zapatos para ir de compras y mantener mis pies ca-lientes–. Deslizó sus pies en un par de zapatillas que estaban en la puerta.

–¿Qué hay sobre un abrigo? –preguntó Talon mientras veía que se dirigía otra vez hacia la puerta–. Es invierno.

–Los abrigos son buenos en el invierno –dijo ella, yendo a una percha tras la puerta que él asumió era su armario. Se puso encima un abrigo, color café, viejo, que parecía no ser su estilo. –Regresaré pronto.

–Espera.

Ella hizo una pausa para mirarle.

Talon apretó sus labios mientras cruzaba el cuarto y desabotonaba el abrigo mal abotonado. Endere-zándolo, se lo abotonó correctamente.

–Gracias –dijo sonriendo, una sonrisa que le hizo cosas extrañas a su ingle y a su estómago.

Todo lo que Talon pudo hacer fue asentir con la cabeza, especialmente cuando lo que realmente quería hacer era levantarla en sus brazos y llevarla a la cama y hacerle el amor por el resto de la tarde.

–Regresaré –dijo, saliendo.

Después de que se fuera, finalmente se permitió sonreír ampliamente. Ella era definitivamente otra cosa.


Definitiva, mi escena favorita del libro que no puedo dejar de leer ¿La suya?

¡Tengan Buenas Lunas!

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