lunes, 11 de octubre de 2010

Escena de Viajera, Diana Gabaldon (Spoilers) Para reir un poco...


—¡Hum! —dijo. Y eructó. Y desfiló entre nosotros con una sonrisa de beatitud—. Amados hijos de Dios...

Pasaron varios segundos hasta que el grupo de espectadores cayó en la cuenta de que ya había comenzado la ceremonia.
—¿Aceptas a esta mujer? —inquiró el padre Fogden, volviendo súbitamente hacia Murphy una mirada feroz.
—¡No! —protestó el cocinero, sobresaltado—. No me gustan las mujeres. Bichos sucios.
—¿No? —El padre Fogden cerró un ojo. Miró a Maitland—. ¿Aceptas tú a esta mujer?
—No, señor, yo no. Aunque sería un placer, claro —añadió rápidamente el chico—. Él, por favor. —Señalaba a Fergus, que lanzaba miradas asesinas al sacerdote.
—¿Éste? ¿Seguro? ¡Pero si le falta una mano! —observó el padre Fogden, dubitativo—. ¿A la chica no le importa?
—¡No me importa!. ¡Continuad!
—Oh, sí—dijo nervioso, dando un paso atrás—. Bueno, supongo que ése no es impet... impedi... impedimento, al fin y al cabo; si hubiera perdido la polla, digo... La tiene, ¿no? —preguntó con aire preocupado—. Si no, no puedo casaros. No se permite.
Para sofocar el incipiente alboroto, Jamie se plantó tras Fergus y Marsali y les apoyó las manos en los hombros.
—Este hombre y esta mujer —dijo señalándolos—. Casadlos, padre. Ahora mismo, por favor.
Oh, bien, bien. —El padre Fogden se tambaleó un poco—. Sí, bien, bien.

Siguió una larga pausa, durante la cual el sacerdote miró de reojo a Marsali.
—Tu nombre —dijo bruscamente—. Hace falta un nombre. No puedo casar a quien no tiene nombre, así como no puedo casar a quien no tiene poli...
—¡Marsali Jane MacKimmie Joyce! —dijo en voz bien alta.
—Sí, sí, por supuesto. Marsali. Mar-sa-li. Eso es. Bien, Mar-sa-li, ¿aceptas a este hombre, aunque le falte una mano y tal vez otras partes que no están a la vista, como legítimo esposo? Para amarlo y obedecerlo, desde ahora en adelante, con exclusión de...
En ese punto se perdió, desviando la atención hacia una de las ovejas, que se había acercado a la luz y mascaba aplicadamente una media de lana a rayas.
—¡Acepto!
El padre Fogden recuperó la atención. Tras un infructuoso intento de sofocar otro eructo, transfirió su mirada azul a Fergus.
—¿Tú también tienes nombre? ¿Y polla?
—Sí —respondió Fergus; tuvo la prudencia de no añadir detalles—. Fergus.
El cura frunció levemente el entrecejo.
—¿Fergus? Fergus, Fergus. Sí, Fergus, eso está entendido. ¿No hay más? Necesito más nombres, claro.
—Fergus —repitió el francés con la voz tensa.
Su nombre era Claudel pero Jamie le había dado el nombre de Fergus al conocerlo, veinte años atrás. Era natural que un bastardo, nacido en un burdel, no tuviera apellido que brindar a su esposa.
—Fraser —dijo una voz grave y segura.
Los novios se volvieron, sorprendidos. Jamie asintió con la cabeza, mirando al joven con una leve sonrisa.
—Fergus Claudel Fraser —pronunció con lentitud y claridad.
Fergus pareció transfigurarse.
—Fraser —confirmó al sacerdote con voz ronca. Carraspeó—. Me llamo Fergus Claudel Fraser.
Un breve codazo en las costillas, aplicado por Maitland, devolvió al cura la noción de su responsabilidad.
—¡Ah! Hum, bien. Marido y mujer. Eso es. Os declaro marido y... No, no está bien. No me has dicho si la aceptas. La chica tiene ambas manos —añadió para ayudar.
—Acepto —afirmó Fergus.

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