sábado, 30 de octubre de 2010

Living Hell de Agatha (Cuento para Halloween)

Historia escrita por Agatha Rozenkroitz

Por lo general, la noche de brujas era un acontecimiento que no pasaba de lo común para mí. Nunca me había gustado el tumulto de gente -tenía algo de agorafobia-, y honestamente, pedir dulces de casa en casa no me parecía una actividad muy amena. Lo único agradable era que ese día, no desentonaba, esos días todos creían que estaba disfrazada a pesar de que era como comúnmente me vestía.


Pero esta vez, se salía de lo normal. Había accedido a ir a una fiesta, y quería que el mundo me tragara. ¿Cómo había accedido? No lo sabía, mi amiga Sue hizo su magia y ¡puff! Invitada a la fiesta de disfraces de una chica que ni siquiera conocía. Más que todo, quería que se abriera una grieta en el suelo y me tragara.

-No es el fin del mundo Agatha- comentó Sue mientras rebuscaba dentro de la bolsa de papel en busca de las papas. Las encontró y se metió una en la boca- sólo una fiesta.

-¡¿No es el fin del mundo?!- gemí- es un cataclismo, es…- hundí mi cara entre mis brazos, mientras mi voz se fue apagando- … horrible.

Soltó una estruendosa carcajada.

-Sera genial- sonrió tontamente- ¡tú y yo! Al fin saldrás de la casa.

Fui incapaz de reírme de su chiste.

-Dedícate a tragarte tu comida basura- gruñí señalando la hamburguesa.

No quitó su sonrisa tonta y masculló algo como: no sabe lo que es vivir. Suspiré pesadamente y me recliné en el asiento, mis ojos vagaron hacia la caja, donde había un gran letrero sobre el descuento especial de noche de brujas, dos por el precio de uno. Todo el lugar apestaba a comida frita y a carne de extraña procedencia. Cogí con curiosidad el peculiar juguete que había venido con la hamburguesa de Sue, era algún tipo de figurilla que hacía una gracia si presionabas un botón, hecho de plástico de colores brillantes. No entendía la peculiar afición de Sue por comprar esa absurda hamburguesa sólo por el muñequito.

-Yo me voy a disfrazar de hada- comentó animada- mamá ya consiguió las alas.

Me estremecí, no le había mencionado nada a mi mamá, y estaba segura como los infiernos que ella me haría poner un disfraz con alitas…

-Bien por ti- mascullé.

Rodó los ojos.

-No entiendo de que va tu actitud, ¿Qué eres tú? ¿La que odia todas las festividades?

Entorné los ojos.

-Creo que lo soy- mascullé.

Me puse de pie y salí a zancadas de allí.

En casa me sentí mejor, me desplomé en el sofá. Tenía que pensar en… lo que usaría en la fiesta. Y, sorpresa, sorpresa: se me ocurrió la genial idea de decirle a mamá.

-¿Qué te parece?- preguntó mi madre.

Sonreí, que suertuda había sido; tenía ante mis ojos un hermosísimo vestido del siglo XVIII. Bueno, no era propiamente de la época, pero era una hermosa replica. De un color purpura, hecho con un tejido ligero con una hermosa caída.

-Es de una obra de teatro, pero creo que no lo usarán, y es justo de tu talla.

Sólo pude sonreír, ahora agradecía al cielo que mi madre diseñara vestuario para obras de teatro, le quedaban tan bien. Y el vestido era de mi época predilecta. Me medí el vestido, y descubrí que me quedaba muy bien, el miriñaque era muy incómodo, pero me callé al ver lo encantador que se veía el vestido. Tenía un escote pronunciado, pero se veía hermoso; todo el vestido era de ensueño.

-Gracias mamá- dije- es realmente hermoso.

Ella sonrió.

-espero que te diviertas mucho en tu fiesta.

Mi sonrisa se deshizo un poco, la fiesta, un hermoso vestido para ir a una estúpida fiesta.

Y todo paso rápido, cuando caí en cuenta, había llegado la hora.

No sabía que hacer con mis manos, jugueteaba con mis pulgares nerviosamente mientras esperaba que viniera Sue a recogerme. Me estaba acobardando, iba a ser la primera vez que iba a una fiesta (si, no suelo tener vida social), estaba totalmente perdida y no sabía que esperar. Pero por lo menos iba a encarar al monstruo luciendo bien. Esperen, ¿Eso era un alivio?

Cuando empecé a arrepentirme, llegó Sue; ya había cavado mi propia tumba. Ella se había vestido de presidiaria con una un vestido corto y ceñido ¿Dónde habían quedado sus alas de hada?

Arqueó las cejas al verme.

-creo que no debo quejarme de que parezcas puritana, así que vámonos antes de que se acaben los chico lindos- me guiñó un ojo.

La perspectiva me hizo estremecer, ¿yo hablando con un chico?, ¿lindo? Probablemente lo arruinaría diciendo algo estúpido. Sería idiota pensar que podría conocer a alguien… No, era mejor no pensarlo mucho.

De camino a la fiesta, pedimos dulces. Me pareció bastante agradable porque un par de personas alabaron mi vestido, y pensé en lo orgullosa que se habría de sentir mi mamá. Traté de mantener mi mente vacía para no ponerme nerviosa, y era difícil mantener una conversación coherente; pero eso no era problema para Sue, ella bien podía mantener por horas una conversación de una sola persona. Bastaba con asentir con la cabeza de vez en cuando, y ella era feliz.

Se empezaba a escuchar la música que fluía de una casa, y se percibía el aire vibrar. La casa estaba decorada con telarañas y calabazas con velas por dentro. Sue empezó a sonreír tontamente y yo sólo tragué saliva.



No era tan malo después de todo si descontamos que: yo era la única mujer con un miriñaque, que parecían sorprendidos de verme ahí, que había mucho ruido, que hacia un calor sofocante, que olía a licor… Bueno, está bien; no estaba resultando como yo deseaba. No podía soportar estar allí metida, pero parecía que a Sue le agradaba, ya había hablado con todo el mundo. Había intentado hacerlo mismo, pero fallé estrepitosamente.

¿A quien estaba engañando? No pertenecía a ese lugar. Le hice señas a Sue, indicándole que iba a tomar algo de aire fresco; ella no me puso mucha atención, pero igual me fui de allí. Subí al segundo piso, porque había notado un encantador balcón que daba a la fachada posterior de la casa. Esquivé al montón de gente que estorbaba en el Hall, pero a medida que subía, me di cuenta que no había más gente, que había dejado el bullicio del primer piso. Miré a mí alrededor, era la casa de una amiga de Sue; muy bonita aunque estaba algo desordenada. Sin sentirme cohibida, miré todas las habitaciones; estaban vacías. Probablemente sus padres se habían ido. En la habitación principal, encontré lo que buscaba. Tras una puerta corrediza estaba el balcón; la abrí de inmediato y una dulce corriente de aire frío me dio de lleno en la cara. Reí de pura felicidad, y corrí hacia el antepecho; pero toda mi felicidad se deshizo… había alguien allí.

Traté de hacerme la loca, e ignorar a mi acompañante. Mantuve la vista al frente e ignoré mi vista periférica.

-Buenas noches.

Ladeé la cabeza de inmediato, y vi a la persona que estaba a mi lado.

Me topé con una sonrisa franca en un hermoso rostro. Entorné los ojos, era absurdo, pero era como si hubiera algo luminoso en esa persona; tan deslumbrante por su belleza que tenías que acostumbrarte primero antes de poder ver con claridad. Después de unos segundos que me parecieron eternos pude contemplarlo con más fijeza. Le devolví la sonrisa.

-Lo mismo digo- susurré.

La sonrisa del extraño se hizo más amplia. Hubo un hermoso destello en sus ojos grises.

Desvié la mirada rápidamente para no quedarme mirándolo como una boba, era el hombre más guapo que hubiera visto jamás. No te hagas ilusiones, es inalcanzable para ti. Hubo un gran silencio, estuve tentada a darme vuelta y entrar de nuevo a la casa, pero algo me decía que no me fuera de allí.

-¿Conoces a la anfitriona?- su voz grave y sedosa rompió el silencio que nos rodeaba.

-Más o menos- mascullé, peleando conmigo misma para no voltearme a verlo-. Es amiga de una amiga.

-No parece agradarte estar aquí ¿o me equivoco?

Me giré a verlo, maravillada por su aspecto. Su pelo era como rubio platinado, parecía que estaba hecho de la misma sustancia que componía los rayos de luna. Tenía el ceño ligeramente fruncido.

-No- murmuré- sólo pensé que…

Bien, estaba bien ¿Qué le importaba a él eso, si ni siquiera sabía como se llamaba?

-Friedrich- terció- soy Friedrich, es un placer conocerte…

-Agatha- dije de inmediato.

Sonrió brevemente.

-¿y tú que haces aquí?- me atreví a preguntar. No parecía disfrazado, y tampoco parecía un chico común. Vestía de negro, pero un traje de aspecto fino; no llevaba corbata y tenía la camisa ligeramente abierta…

Simplemente se encogió de hombros.

-No me invitaron, sólo que me atraen las fiestas. Es fácil colarse.

Mi sonrisa se deshizo un poco, después de todo no éramos parecidos, para nada.

-¿No se supone que es una fiesta de disfraces, y tu vas de…?

Endureció el gesto, como si no le agradara la pregunta.

Se limitó a retraer los labios enseñando un par de colmillos largos y filosos. No me perturbó lo reales que se veían, lo que de verdad me impresionó fue… que se veía muy, muy, muy bien con ellos; encajaba perfecto en el perfil de un vampiro, tenía un aspecto salvaje y seductor, ahora que lo pensaba.

-¿y tú que?- espetó con un ligero tinte de rudeza- ¿una dama del siglo XVIII?

Fruncí el ceño.

-vaya, todos abajo pensaron que iba de princesa. Me agrada saber que por lo menos alguien si es culto.

Mi cumplido no pereció aflojar su expresión huraña, sólo pareció acentuar la arruga entre sus cejas. Ladeó un poco la cabeza y fijó la mirada en otro lado.

El silencio se deslizó entre nosotros, y yo no supe que hacer. Observé a lo lejos los niños que todavía estaban afuera, lanzando huevos a los carros que pasaban.

-Y bien Friedrich- mascullé, él me volteó a mirar de inmediato; con una sombra de sonrisa en su rostro- ¿vives cerca?

-Creo que si- dijo algo distraído-. Pero planeo irme por un tiempo.

- ¿De verdad?- me sorprendió el dolor implícito en mi voz.

Él me sonrió tiernamente. Miró con cierta melancolía la luna.

-Debo hacer algo, realmente importante.

El tono en que lo dijo, decía: no me preguntes al respecto.

-Se que no debería preguntarte esto pero… ¿Cuántos años tienes Agatha?

Hubo algo en su expresión que lo hacía ver desolado.

-diecisiete- mascullé.

Su gesto se endureció un poco, entrecerró los ojos y volvió a mirar la luna.

-¿Cuántos años tienes tú? – dije de vuelta, para evitar caer en otro silencio.

-veintiuno- dijo sin mirarme, en un extraño tono.

Bien, bien; era mayor que yo, probablemente pensaría que sólo soy una niñita. Una parte de mí se preguntó si importaba… ¿importar? Si apenas lo conocía, ¡que diablos importaba!

-¿Te molesta?- comentó él, sacándome de mis ensoñaciones.

-para nada- dije de inmediato, tomé un caramelo de mi calabaza; se lo tendí-. ¿Quieres?

Friedrich ladeó la cabeza, entornó los ojos y examinó con mirada clínica el dulce que le tendía.

-No planeo envenenarte- le dije, al notar como recelaba.

Soltó una carcajada, la luz de la luna dio de lleno en sus colmillos.

Fruncí los labios y volví a guardar el dulce en la calabaza, sintiéndome estúpida.

-Lo lamento- dije con sarcasmo- se me olvidaba que los vampiros no comen dulce.

Él se pasó la mano por el cabello (se vio como si lo hiciera en cámara lenta, ¡que sexy se veía!), al parecer apenado ¡y con razón debía estarlo! Traté de poner mi cara más lastimera pera hacerlo sentir mal por reírse de mí.

-Vale, dame tu caramelo- su mano nívea se deslizó dentro de mi calabaza llena de dulces, atrapó un dulce con los dedos índice y pulgar. Lo lanzó al aire y luego lo atrapó en su mano, continuó haciendo eso varias veces, lanzando el dulce cada vez más alto para luego atraparlo ágilmente en la palma de su mano.

Un brillo extraño salía de sus ojos que estaban fijos en el dulce, luego sentí un escalofrío bajar por mi espalda cuando su mirada se quedó fija en mí. Seguía lanzando al aire el dulce, al tiempo que me miraba con gesto insondable. La tensión me apretó la garganta, era como si me avisara que debía gritar, que debía pedir ayuda. Carraspeé un poco para deshacerme de esa sensación, sonreí estúpidamente por los nervios.

-No entiendo para que viniste a la fiesta si te vas a quedar ahí parada toda la noche- comentó como quien no quiere la cosa- es estúpido.

Estuve tentada a decirle: ¿y a ti que diablos te importa? Pero me tragué el comentario, me limité a mirar a la calle.

-Yo me voy de aquí- si dijo eso para captar mi atención (aunque lo dudo), surtió efecto, porque de inmediato clavé la mirada en su rostro condenadamente apuesto- conozco un lugar por ahí, aunque no me importaría ir acompañado.

¿Qué era eso? ¿Una invitación?

-Que bien- dije con sorna- seguro que cualquiera de esas chicas que están abajo les agradaría acompañarte.

-¿Quién dijo que yo me refería a las de abajo?- inquirió él, me estaba desnudando con la mirada, luego como para rematar el efecto, se relamió los labios.

-Bien pues -mi voz tembló un poco- la anfitriona debe estar por aquí, puedes decirle a ella.

Un extraño sonido salió de su garganta, era parecido a un ronroneo. Entornó los ojos, me sonrió de manera tentadora.

-Lástima – murmuró mientras se acercaba, estuvo tan cerca de mí que pude sentir su olor; olía a lo que huelen las rosas marchitas, sólo que tenía un toque a colonia de hombre que no pude descifrar- a ella tampoco la quiero llevar.

Tragué saliva. Mi cerebro quería decirme algo crucial, pero no supe que; Friedrich estaba muy cerca de mí, y la manera en que me miraba me hacía sentir cohibida. Pero me fui relajando, la tensión y los nervios se fueron deshaciendo, y me entraron ganas de quitarme la ropa.

Desnuda, si, luego podrías bailar para mí, dejar que te lleve a la habitación…

¡Quitarme la ropa! ¡Por Dios, no!

Sacudí la cabeza ante mis veleidosos pensamientos.

Friedrich ya no estaba sonriendo, ahora tenía el ceño fruncido. Quien sabe cuanto tiempo estuvimos ahí mirándonos.

-Vamos pues- le dije sintiéndome abochornada, ya no quería seguir pretendiendo que no quería ir con él.

Él seguía inmóvil, con el ceño fruncido; tenía aspecto de estar insatisfecho. Se enderezó y todo rastro de descontento se borró de su rostro, me ofreció su brazo y una hermosa sonrisa.

Tal vez caminamos mucho, aunque la verdad no supe. Estaba maravillada por la forma en que hablaba Friedrich, era un excelente conversador. Al parecer, también se sentía mal en esa fiesta porque al irnos de allí todo empezó a ir como la seda. Tenía un extraño sentido del humor, y no hablaba mucho de si mismo, pero al menos no parecía ser un imbécil. Sabía mucho de historia, y me explicó porqué le resultaba tan interesante el siglo XVIII, elogió mi vestido, diciendo que era una copia exacta de lo que se veía por esas épocas.

Nos detuvimos de repente, miré a mí alrededor pero no reconocí el lugar donde estábamos. Había un montón de jóvenes haciendo fila, todos vestidos de negro y con múltiples perforaciones. Era, era…

¡Un bar gótico!

Sonreí, mientras caminaba al lado de Friedrich. Siempre había querido ir a un bar así, pero a mi madre le aterraba la idea y yo no tenía a nadie con quien ir. Para mi sorpresa, no fuimos hasta la cola de la fila, Friedrich me condujo a la puerta.

-Deben hacer la fila- dijo un tipo con la cabeza afeitada, Friedrich lo sobrepasaba en altura por uno o dos centímetros.

-No me parece que haga esperar a mi bella acompañante- dijo Friedrich con voz baja y autoritaria- además ya he venido por aquí usted me recuerda.

-Si, señor Friedrich- dijo el señor calvo- puede pasar.

Jamás pensé que me sentiría así, iba de la mano con el hombre más hermoso del mundo y todos los ojos estaban fijos en nosotros. El bar olía a incienso, un grupo tocaba en la tarima un cover de Bauhaus, todos vestidos con cuero y otra extraña tela negra de aspecto brillante. En la pista de baile había pocas personas, bailando al ritmo de la música. Para cualquier otra persona, la música sonaría machacona y molesta, pero a mí, al igual que todos en el bar, me parecía agradable.

Friedrich me condujo a un reservado, el tapizado de los muebles era de vinilo negro brillante, crujió un poco cuando me senté. Miré maravillada el centro de mesa, unas velas negras con telarañas.

-Te traeré algo de beber- su voz sonó oscura y seductora. Quise decirle que no bebía licor, que era menor de edad pero mis palabras murieron antes de poder pronunciarlas.

Mantuve la vista fija en él, mientras se encaminaba al mesón del bar. Varias mujeres con escotes pronunciados y faldas ridículamente cortas se le acercaron.

-Hey chico peligroso- a pesar de la música y el ruido pude escuchar la voz de la mujer, tenía el cabello blanco, con mechones fucsias, negros y morados. Vestía un corsé de cuero, que le subía los senos, parecía como si en algún momento fueran a salírsele.

Friedrich, la miró, o más bien miró sus senos.

-Lo siento, pero he venido con alguien- bien, por lo menos le estaba hablando al escote de la mujer.

Él le dedicó una sonrisa –mostrando los colmillos falsos-. La mujer lo observó con evidente ansia, me sentí algo extraña al identificar esa expresión, yo misma la tenía cuando lo miraba. Friedrich prosiguió su camino hacia la barra del bar.

Me recosté en la mesa, mirando el centro de mesa, había un par de pulseras alrededor de las velas, que no había notado antes. Eran de plástico con letras en relieve rojas que decían:

Halloween ’08 forever in death.

Tomé una manilla y me la puse, no combinaba con mi atuendo, pero era bonita.

-Nunca antes te había visto por aquí.

Levanté la cabeza, y me topé con alguien. Un muchacho de aspecto angelical, tenía una camiseta rasgada negra llena de imperdibles, era muy pálido, pero al tenerlo tan cerca no pude ver el maquillaje, su piel tenía aspecto suave y lozano; era como la de Friedrich, tenía aspecto de piedra pulida. Pero no era como Friedrich, era mucho menor, parecía tener mi edad; tenía ojos verdes y cabello castaño rojizo.

-No suelo venir- admití.

-¿Te gustaría bailar?- me ofreció un mano, llevaba unos guantes negros, algo parecido a un mitón de encaje, pero las puntas habían sido rasgadas, se asomaban sus dedos y sus uñas pintadas de negro basalto. Que contraste tan chistoso, su piel mortalmente pálida y el negro de sus uñas.

-Lo siento no bailo.

Él ladeo la cabeza, me dedicó una amplia sonrisa – ¡fantástico! Otro con colmillos-.

-Si quieres puedo hacer que toquen música más adecuada para bailar- ofreció él. La cadencia de su voz se me hizo familiar, me recordaba a Friedrich.

-No es eso- me quejé- bauhaus me gusta pero… no puedo bailar, no se hacerlo.

-Pero…

-Veo que te has encontrado con mi amiga, Alexandre.

Friedrich acababa de llegar, llevaba una copa de aspecto extraño en la mano –seguramente era mi trago-. Se veía tan distinto al muchacho, eran esencialmente lo mismo, pero Alexandre –si es que ese era su nombre- tenía un aspecto más juvenil, a parte de que parecía más gótico, Friedrich tenía aspecto de hombre súper-elegante; aunque ambos tenían aspecto salvaje y seductoramente oscuro.

-No sabía que estabas por aquí, o te habría mandado una pinta gratis.

Friedrich sonrió con desprecio, mostrando su maravillosa y realista prótesis de colmillos.

-De saber que estarías aquí no habría venido.

-Que encantador- dijo el joven gótico, como si no hubiera escuchado lo que Friedrich le acababa de decir-. Espero que disfrutes de la fiesta.

Se dio la vuelta y se perdió en el mar de gente.

-Doncella de hierro- dijo Friedrich de repente, mientras ponía la copa al frente de mí.

-¿perdón?

-El trago, se llama doncella de hierro-. Aclaró él mientras se deslizaba en el reservado, el mueble de vinilo crujió cuando él se sentó.

-Bonito nombre para un trago- me burlé.

Acerqué la copa a mi nariz, un olor ligero a alcohol manaba de ella. Me resistí al impulso de probarla, Friedrich era guapo y todo, pero no estaba de más ser precavida.

-No planeo envenenarte- dijo, sonriendo.

Touché.

Torcí los labios, para esconder la sonrisa. Me llevé a la boca la copa y bebí un sorbo del líquido. El calor del licor llenó mi boca, pero era muy tenue; tenía un gusto dulce y textura cremosa, me imaginé que era algo parecido a la crema de whisky, pero nunca la había probado, así que no supe si era eso u otra cosa.

-Está rico- murmuré- gracias.

Se le iluminó el rostro con una sonrisa.

-Este lugar es más adecuado para ti- afirmó él.

Me encogí de hombros.

-Por lo menos la música es agradable- pasé mi dedo por el borde de la copa, para no quedarme mirando el atractivo rostro de mi acompañante.

-¿Tienes pareja, novio o como sea que se llame?

Levanté la mirada, impresionada por la forma en que hizo la pregunta: directa y sin rodeos. Era solo curiosidad ¿no?

-No- era incapaz de mentirle, no supe porqué.

-¿Por qué?-Inquirió, con ese mismo tono demandante.

-Supongo que no le soy atractiva a los hombres- decirlo en voz alta era más doloroso de lo que hubiera imaginado.

Soltó una carcajada, sonó forzada y dura.

-Si supieras lo que la mayoría de hombres de este lugar piensan de ti, creo que cambiarias de opinión.

Arqueé las cejas.

-Ahora lees mentes ¿eh?- sonreí un poco, estaba dispuesta a seguirle la corriente.

-Ese hombre de allá- señaló a un tipo con una cresta a unas cuatro mesas de la nuestra- espera a ver si me te dejo sola para acercarse, y no piensa en invitarte una copa –su voz se volvió extrañamente oscura- Mi queridísimo amigo Alexandre- la forma en que lo dijo, me dio a entender se odiaban- piensa en varias cosas que quiere hacer contigo en el baño.

Tragué saliva, estaba segura que ni por asomo me agradaría saber que planes tenían ese par de sujetos, miré de reojo al de la cresta, me estaba mirando parecía que trataba de ver a través de mi ropa.

Vaya, hoy todos se han vuelto locos.

-A juzgar por tu expresión, no quieres ir a jugar con ellos ¿verdad?- su voz seguía siendo dura.

-Ehhh no- clavé la mirada en mi bebida.

-¿Y que crees que estoy pensando yo?

-No se, no leo mentes- mi voz tembló un poco.

Levanté la mirada, sus ojos grises tenían una deliciosa intensidad. Me sentí extrañamente tensa, sentí un peso en el estómago y la garganta tensa. Tras varios minutos de tensión, él sonrió amablemente.

Me relajé un poco, desvié la mirada al escenario; había un pequeño receso, al parecer iba a cantar otra persona. La banda se quedó afinando los instrumentos y un nuevo vocalista tomó el micrófono, era el muchacho de hace un rato; Alexandre.

-Es una maravillosa ocasión para reunirnos, criaturas de la noche- exclamó Alexandre, de inmediato todo ruido cesó- Hoy, todos podemos identificarnos con nuestra oscuridad interior; aunque para algunos de nosotros –me dio la impresión de que miraba a Friedrich, aunque era imposible- la oscuridad esta siempre presente en nuestra eterna noche. ¡Beban y celebren! ¡Porque en una noche como esta el diablo toma forma humana y se camufla entre nosotros!

La banda empezó a tocar, todos empezaron a saltar a ritmo de la música fuerte. Era extraño, pero la melodía era dulce y melancólica a pesar del constante rasgueo de la guitarra.

Si supieras cuanto he vagado

Buscándote entre los muertos

Me quedé sumida en un trance, el lamento de Alexandre tenía un extraño efecto en todas las personas que estaban allí.

-Deberíamos irnos- Friedrich rompió el hechizo, su voz sonaba airada, y su rostro bastante congestionado por el odio.

Y a pesar de todo sigo aquí,

Persiguiendo una triste ilusión

Me puse de pie, pero no dejé de mirar a Alexandre, tenía la gracia de un felino; y su voz era muy hermosa. Quise quedarme allí, que aquella canción nunca acabara. Él sufría, una soledad inconmensurable se escondía en su canción. Deseé poder confortarlo. Tuve una hermosa visión de mí acurrucada contra él; él entonaba en voz baja una dulce canción. Yacíamos en un lecho de sabanas negras, era tan blando y cómodo. Alexandre me sonrió, sus colmillos destacaban en su sonrisa, adornando sus labios de un color coral.

Quédate esta noche conmigo,

Alivia mi dolor

-Vámonos de aquí.

La tensa petición de Friedrich rompió el hechizo, yo me había quedado inmóvil mirando al escenario, pérdida en la profundidad de los ojos verdes de Alexandre. Lo que más me asustó fue que él estaba mirándome, a pesar de estar tan lejos, me miraba fijamente. Antes de que desviara la mirada, el gesticuló: Nos veremos después, Agatha.

¿Le había dicho…?

Friedrich me sacó de aquel lugar, antes de que pudiera protestar. Afuera, me sentí más despejada, estaba lejos de ese ambiente tan deprimente y del sublime lamento de Alexandre.

-Gracias por haberme llevado a ese lugar- dije para evitar el silencio, mientras caminábamos.

Sonrió, aunque parecía más bien cansado.

-El placer fue mío, gracias a ti por no pensar que te quería secuestrar o algo así.

-No pareces del tipo criminal, me pareces un buen tipo.

-¿Ah si?- dijo sin mucho interés.

Cruzamos una calle, íbamos hacia mi casa; él me seguía de cerca pero no me había tomado de la mano. Miré anhelante su mano pálida, ansiando tocarla. Era estúpido ansiar el contacto de alguien que apenas acababa de conocer, pero el impulso era tan visceral, como si fuera crucial el contacto entre nosotros. Me encontré pensando que tacto tendría su piel, como se sentiría su mano entre las mías.

-Si, eres amable y educado- sonreí.

Él se quedó en silencio, solo se escuchaba el ruido de nuestros pasos sobre la acera. Miré al cielo, la luna estaba llena, era hermosa; parecía que estaba confabulada con todo lo que había pasado, había resultado ser una noche mágica. Que pronto iba a acabar.

-¿Te duele algo?- preguntó de repente.

Parpadeé algo sorprendida, nos habíamos detenido. Él me miraba fijamente.

-¿Por qué lo dices?- empecé a caminar de nuevo, él me siguió de inmediato.

Se encogió de hombros.

-Suspiras como si estuvieras herida.

-Eh no, no lo había notado- miré al piso, donde se suponía que estaban mis zapatos, pero se ocultaban tras el ruedo de la falda.

-Estás triste- dijo después de un rato- ¿por qué?

-No estoy triste- murmuré, él no tenía derecho a decir que estaba triste, a pesar de que tenía razón.

-Si lo estás- afirmó él.

Lo miré fijamente, él tenía una arruguita entre las cejas.

-¿Sabes que el olor de las personas cambia dependiendo a su estado de animo? Ahora mismo puedo oler tu tristeza.

-¡Es lo más ridículo que he escuchado en mi vida!- exclamé riendo de repente, sonaba como si estuviera hablando de un hecho que debía ser evidente para cualquier persona. La cara que puso me confirmó que él estaba acostumbrado a siempre tener la razón, porque parecía molesto por mi reacción.

-De todos modos no me interesa si me crees o no- gruñó- ridícula tú con tus sentidos poco desarrollados.

Arqueé las cejas, lo fulminé con la mirada; pero él no lo notó, estaba mirando el suelo.

-No me digas, para tu información tú tampoco tienes sentidos desarrollados, a menos que seas un perro o algo.

Mi voz se había levantado un par de octavas, hizo que él me prestara atención. Friedrich parecía… divertido.

-Ahora estás enojada- se rió un poco, mostrando sus colmillos- aunque no necesito olerte para darme cuenta. Y soy un vampiro, por si no lo has notado.

Su buen humor deshizo mi mal genio, sonreí burlona.

-Y yo soy del siglo XVIII- yo también podía jugar su juego.

Sacudió la cabeza, y dijo algo como: humanos. Después de nuestra pequeña discusión caminamos en silencio, estábamos a pocos metros de mi casa, podía ver las luces del pórtico encendidas. Había acabado el paseo, era hora de que mi carruaje se convirtiera en calabaza.

Nos detuvimos en el pórtico, él me miraba fijamente con la expresión inescrutable.

-Bueno, fue agradable haberte conocido- no se me ocurrió decir otra cosa para cortar ese absurdo silencio.

-Lástima que esta noche hubiera acabado tan pronto- murmuró, su voz era suave y neutra.

Levantó la mano, con deliberada lentitud tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos, se lo llevó a la cara y lo olfateó. Lo contemplé, no me paso desapercibido el estremecimiento que lo recorrió cuando inhaló profundamente.

Dijo algo en voz baja pero no le alcancé a escuchar. Colocó el mechón detrás de mi oreja, al retirar la mano rozó con su dedo índice mi mejilla. Algo extraño paso en ese momento en el que su piel tocó la mía, mi piel hormigueó bajo su dedo. Él estaba tan helado, pero mi piel subió de temperatura, como si quisiera calentarlo.

Dejó caer la mano, la escondió en el bolsillo de su pantalón. Me miró de hito en hito, realmente sorprendido.

-Eres tú- susurró en voz baja, al parecer hablaba para si- santos infiernos eres tú.

-¿Qué pasa?- pregunté al ver su expresión extraña, como si se hubiera visto un fantasma.

Sacudió la cabeza, luego me sonrió.

-Nada.

Vacilé antes de volverme hacía la puerta, pero sabía que era estúpido, él no…

-¿Agatha?

Me volví de inmediato. Contemplé su rostro, su nariz perfecta y sus labios llenos. Suspiré.

-¿Estás nerviosa?- murmuró con su voz seductora, la parte baja de mi vientre tembló-. Puedo olerlo…-los orificios de su nariz se ensancharon, al parecer olfateando- y también otra cosa –acortó la distancia entre nosotros, casi pensé que mi corazón se saldría por mi boca- ¿es algo que has sentido antes?

Intenté hablar, pero mi lengua no respondía. El ambiente se sentía extraño, como si estuviéramos en un lugar cálido en vez de los 9° centígrados de la noche promedio en mi ciudad.

-Ya veo –sonrió, anhelante.

Se acercó más y, para sorpresa mía, me besó. El impulso natural me desconcertó, en vez de apartarlo, puse mis manos en su nuca para acercarlo más. Le devolví el beso con una pasión que jamás hubiera creído posible, gemí débilmente al sentir como me respondía él. Jamás había probado algo tan maravilloso, su saliva era dulce, increíble. Profundicé el beso y deseé estar más cerca de él, pero mi pudor me pudo y me mantuve a raya. Aunque sus labios tenían un ritmo precipitado, como si él también quisiera aprovechar al máximo ese pequeño momento de intimidad. Por ese breve momento, fui muy feliz; como si todo tuviera sentido de repente.

Sentí un dolor agudo en mi labio, y un intenso sabor a sangre en la boca.

¿Qué diablos?

Todo pasó tan rápido, que no pude procesarlo; él se apartó, lamiéndose los labios untados de mi sangre.

- Te dije que era un vampiro ¡boo!

Su voz quedó flotando en el aire frío de la noche, a pesar de que él se había desvanecido en la nada. Me llevé la mano a la boca, tocando la parte que sangraba, donde quedaba la marca que él había dejado en mi piel, la única prueba de que era real.

¿O yo misma me había mordido y todo había sido simplemente una maravillosa pesadilla?

3 comentarios:

  1. Me encanto la historia, al leer cada parte lo imaginaba, como si yo misma lo hubiese vivido.

    ResponderEliminar
  2. muy linda historia m gusto!!!, dberias escribir la segunda parte.

    ResponderEliminar
  3. Escribe la segunda parte ! Porfavor !!

    ResponderEliminar